El grito clásico de quienes han sido parte de nuestra única casa pública de estudios superiores para expresar su identidad institucional y el orgullo de pertenecer a esta, no es el del titular de la presente columna. El real es: “¡Esta es la ‘U’!”. Lo lanzaban con fuerza y decisión, mujeres y hombres de diversas edades ‒jóvenes, sobre todo‒ para acompañar demandas propias o dejar constancia de su presencia combativa y solidaria en eventos populares diversos. En los conciertos que organizamos desde el Instituto de Derechos Humanos de Ia Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (IDHUCA) durante varios años para cerrar las actividades del Festival Verdad, más de una década en realidad, aparecía siempre un contingente de aquella mi Alma Mater ‒a la que ingresé hace medio siglo‒ colándosebullanguero entre el público asistente y haciéndose notar con esa consigna identitaria.

Hoy ya no se escucha esta o su volumen es bastante menor, hasta dentro del propio campus. Por eso debemos denunciar, con legítima indignación, que la de ahora no es nuestra Universidad de El Salvador (UES) y reflexionar sobre el porqué de ello. Y es que durante varios años de la posguerra, salvo excepciones, sus autoridades centrales y aquellas que han jefeado las diferentes facultades existentes no se han caracterizado por analizar a profundidad el acontecer nacional ‒bajo un riguroso enfoque académico y político‒ los problemas más sentidos porlas mayorías populares; mucho menos por la denuncia de estos y de sus responsables, acompañada de propuestas para superarlos. Y si lo han hecho, también ha sido en un tono lamentablemente bajo; muy quedito. Ni siquiera han adoptado una posición decidida y beligerante en defensa de los intereses de la misma universidad, como debería ser.

En ese marco, hace unos meses asumió su rectoría Juan Rosa Quintanilla en sustitución de Roger Arias; este último, de no muy grata recordación. En realidad, lo que ocurrió en la práctica fue una permuta puesArias pasó a ser vicerrector administrativo, sustituyendo a Rosa Quintanilla. Así, quien durante los últimos años le hizo un serio daño a la entidad y al país –sobre todo por plegarse a los dictados de la actual administración estatal e incluso “bendecir” la inconstitucional candidatura de Bukele– continuará ocupando un puesto dirigencial clave.

Todo apunta a que el oficialismo pretende caerle encima a “la Nacional”, como suelen nombrar a la UES, durante los primeros cinco años de una dictadura que arrancará oficialmente el 1 de junio del actual. Le tienen ganas. Ojalá me equivoque, pero lo dudo. ¿En qué me baso para afirmar esto? Una par de ejemplos. Primero, con evidente descaro buscan ahogarla económicamente; este 9 de marzo cumplió un mes de publicado el pronunciamiento de la Asamblea General Universitaria, en el cual se denunció lo que entonces le adeudaba el Gobierno central: casi cincuenta millones de dólares. Y el impago sigue creciendo, con sus graves consecuencias a todo nivel.

Asimismo, cuentistas del oficialismo hablan muy mal de nuestra única y abatida entidad pública de enseñanza superior. ¿Será que, como suelen hacer,están moldeando la opinión pública para que aplauda el zarpazo definitivo en su contra? Con la marabunta seguidora del bukelismo, eso es pan comido; pero hay quienes podrían poner el grito en el cielo o, al menos, externar su malestar. Para procurar apartar esas piedras del camino ‒pequeñas o grandes‒ ahí están los merolicos del régimen con sus marrullerías mediáticas enredando a quien se deje, principalmente a través de las llamadas redes sociales. Una de las líneas de sus libretos es que la convirtieron en el último bastión del ahora debilucho partido electorero de “izquierda”: el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Que quede claro: la Universidad de El Salvador es, siempre lo ha sido, protagonista política de primera línea en el proceso de nuestro desarrollo social. Tras el golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, la elección del rector estaba en un impasse; alguienasegura que luego de “varios días de negociación”, este “se resolvió mediante un consenso”. Y agrega: “Me sentí cómodo y halagado de que se hubiera resuelto de esa forma inteligente, una contradicción al seno de las fuerzas revolucionarias”.

Así fue cómo el ingeniero Félix Ulloa, padre del declarante, se convirtió en el dirigente máximo de la UES. Dichas “fuerzas revolucionarias” ‒la Resistencia Nacional (RN) y las Fuerzas Populares de Liberación (FPL)‒ fueron parte del FMLN desde su fundación en octubre de 1980. Ante las agresiones oficialistas y los señalamientos mediáticos contra esta instituciónestatal para finiquitar su asalto total, entonces, el mejor testigo de “descargo” es el actual vicepresidente de la república: Félix Ulloa hijo. Esperaría que, parafraseando a su venerable progenitor, se sume a quienes nos negamos a dejar que muera nuestra Alma Mater y no a quienes la están matando en vida.