El destino, como una entidad metafísica que rige las vidas de las personas, no existe. Es una poética creación para fantasear en versos o en prosa, sobre esas “coincidencias” asombrosas y sus hermosos o nefastos resultados, pero en el caso de Haití ya todo estaba escrito. El infierno literal en que vive la población podría haberlo apostarlo cualquiera y desde hace muchas décadas atrás.

Solo en las primeras dos semanas de marzo hubo 200 muertos. En los últimos tres meses han secuestrado o raptado a 400 personas. Puerto Príncipe está dominado por las diferentes pandillas en un 90 % de su territorio. De 15 mil policías que tenía la fuerza pública hace un año, ahora cuentan con 9 mil: han desertado, han salido huyendo del país o se han incorporado a las pandillas. En enero cesaron en sus puestos los diputados del Congreso y no hay posibilidades que se lleven a cabo elecciones. El gobierno le ha dicho prácticamente a los haitianos: no cuenten con nosotros para su seguridad.

¿Cómo es posible que un país llegue a esta situación? Bueno, hay que aclarar que no es el único país en el mundo en esta situación. Desde hace ya años se lleva un conteo de las naciones fallidas, aquella que la barbarie es tal que prácticamente ya no existen instituciones oficiales y las ciudades son gobernadas por pandillas, mafias, ejércitos irregulares, lo que usted se imagine.

De 194 países reconocidos por la ONU, al menos 30 son calificados como Estados fallidos como Yemen, Somalia, ambos Sudán, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Chad, y la lista continua, pero solo de leerlos se nos vienen a la mente gobiernos extremadamente corruptos, decisiones arbitrarias, manejo antojadizo de las instituciones que las debilitan y anulan, creciente descontento de los habitantes, conformación de grupos armados y, en agua revuelta ganancia de pescadores: surgen personas o grupos que se aprovechan del caos para azuzar más el fuego.

Haití fue el primer país del nuevo continente en luchar por su independencia (enero de 1804) cuando aún los países hispanoparlantes solo soñaban con hacerlo, pero nunca pudo despegar, nunca, y luego (casi dos siglos después) una vez finalizada la tiranía de los Duvalier, a pesar de los millones en ayuda económica en apoyo, lo único que hemos observado de ese pobre país no ha sido más que su caída libre hasta esta desgracia que comento.

¿Qué le pasó a este país que no pudo tomar el camino de desarrollo después de una dictadura? Como por ejemplo el de la España post Franco, el de Chile post Pinochet o el camino de los tigres asiáticos, o tan siquiera la estabilidad siempre frágil de los países centroamericanos, que si bien tampoco han logrado el rumbo del desarrollo constante y sostenible, mal que bien, sobreviven sin llegar a esos niveles de anarquía.

Yo tengo una apreciación muy personal, una corazonada quizá, una pensada sin mucho análisis, pero algunas pruebas en la realidad: que a los EE. UU., al patrono de las Américas, ya no les importa qué o a quiénes escogen en las urnas los votantes; qué tipo de gobiernos, qué hacen con su democracia. ¡Que se jodan!, porque si no fuera así, como yo supongo, no se hubieran incrustado las dictaduras chavistas, Ortega Murillo, la de Evo Morales, etcétera.

A los haitianos no les queda nada más que, o aprovecharse de la situación de la forma más cínica y desvergonzada y apoderarse del país formando alianzas de no agresión con las diferentes pandillas, o salir huyendo despavoridamente del país. Por esto último, hay una mancha humana de haitianos que recorren toda América, sufriendo todo tipo de calamidades y agresiones, sobre todo sus mujeres, sin que nadie haga nada, o haga tan poco que casi no cuenta.

Haití está perdido, no tiene recuperación alguna por la vía democrática, no por culpa de un hado malvado, ni por sus creencias y prácticas vudú (como dicen algunos fanáticos religiosos), sino porque han hecho todo lo malo, políticamente hablando, para llegar a donde están.

Solo nos queda tomarlo como ejemplo para tener cuidado por quién votamos y lo que le permitimos hacer cuando llegan al poder. Pan para tu matata, Centroamérica.