El origen de Halloween se remonta a un antiguo festival pagano celebrado por los celtas hace 2.000 años llamado “Samhain” (dios de la muerte y del espíritu maligno). El festival, tenía lugar en el Reino Unido, Irlanda y el noroeste de Francia, se celebraba el 1 de noviembre para conmemorar el inicio del invierno y el fin de la cosecha. Los celtas creían que Samhain era el momento en la que las almas de los muertos regresaban al mundo de los vivos para visitar sus hogares. En ese sentido los sacerdotes Druidas observaban el fin del verano haciendo sacrificios humanos a Samhain.

De manera que los sacerdotes Druidas guiaban a las personas en alabanzas diabólicas y recolectaban ofrendas, pidiéndolas de hogar en hogar, y los que no daban nada les proferían una maldición (truco o trueque) es así como adquirían caballos, gatos, ovejas negras, bueyes, incluso seres humanos. Luego los ponían en celdas de mimbre y se les quemaba hasta morir. Esto era hecho para apacentar Samhain y prevenir que sus espíritus no les hicieren daño. Si bien es cierto algunas personas puedan opinar que Halloween, es una fiesta inofensiva, no tienen ni idea de las ventanas satánicas que se abren.

La palabra Halloween, por sí misma es terrorífica (Noche de Brujas o Noche de Muertos). Es así como se llega al 31 de octubre, donde las calles se llenan de brujas, superhéroes y heroínas, payasos terroríficos, vampiros y vampiresas, fantasmas, monstruos o cualquier disfraz que la imaginación permita. Anton LaVey fundador de la Iglesia de Satanás. Escribió La Biblia Satánica y en la página 112, se dice que las tres celebraciones principales del satanismo, son; el cumpleaños de cada miembro satánico, la noche de Valpurgis, (noche de brujas celebrado el 30 de abril). Y el tercer día importante para el satanismo es el 31 de octubre, concerniente a la fiesta de Halloween, tiempo en el cual se honra a la muerte y a su señor el diablo.

De modo que, aunque esta celebración podría significar para algunas personas algo inofensivo, no tienen ni idea de los portales satánicos que se abren al permitir que sus hijos lo celebren o peor aún vestirlo de algún personaje alusivo a las brujas. Lo más triste es que la Iglesia Cristiana que debería ser un atalaya para advertir a los padres de familia sobre los peligros del satanismo, no lo hacen, sino al contrario algunas iglesias celebran a su modo Halloween.
El Apóstol Pablo advirtió en la carta a los Efesio 5:11-14. “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo” En consecuencia no puede haber jamás comunión entre la luz y las tinieblas, es decir no se le puede servir a dos señores tal como lo enseño nuestro glorioso Señor Jesucristo.

Siempre que las personas decidan celebrar Halloween, ahí habrá desgracia, dolor, sufrimiento y muerte. Aprendamos de lo que sucedió el sábado 27 de octubre del año en curso, en la que dos personas murieron y al menos otras 18 resultaron heridas tras un tiroteo ocurrido en Tampa, Florida (EEUU) en una celebración de Halloween aparentemente inocente. Como olvidar lo que sucedió el 29 de octubre de 2022 en Seúl Corea, donde más de 150 personas murieron en un festival de Halloween, producto de una estampida humana, todo empezó como algo inofensivo, pero al final murieron varias personas.

Amigo y amiga, Satanás no está jugando, tiene bien claro el propósito, dado que sabe que le queda poco tiempo, por ello está acelerando la maldad en el mundo, donde a lo bueno llama malo y a lo malo le llama bueno. Filipenses 3:18-20. Dice: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.