Primero que nada, es elemental estar bajo una perspectiva adecuada, parecida como imposible, pero con esfuerzos positivos, “donde exista discordia, sembremos armonía; donde está el error, prevalezca la verdad; donde haya duda, abracemos la confianza y donde esté la desesperación, alimentemos la fe”, tal como resonaban las palabras de la reconocida Primera Ministra de Reino Unido (desde 1979 hasta 1990): Margaret Thatcher.

No debemos ser contrincantes de la democracia ni de la paz. Siempre en una ofensiva, ambos bandos luchan por lo suyo y terminan sufriendo a manos llenas. Tanto una parte como la otra tiene un concepto del bien, de lo justo y propicio; sin embargo, es elemental recalcar que ningún acto negativo contra la vida debe ser fundamentado. Una nación tiene el derecho inherente a la libertad (sabiéndola emplear), tiene puntos positivos y puntos dañinos (como aquellos instrumentos o sujetos que generan un entorno alarmante y hostil), pero estos últimos no representan a Palestina, tampoco representan a todas las comunidades árabes palestinas del mundo, especialmente la de nuestro amado El Salvador; porque nuestra sangre y nuestra gente es contraria a la ambición, al poder y a la sumisión. Ésta es una nación que se esfuerza y trabaja no solo por el bien propio, sino por el bien del que está a nuestro lado.

Palestina es una nación donde conviven las tres religiones monoteístas: cristianos, judíos y musulmanes. El segundo grupo mencionado por supuesto que es nuestro prójimo, nuestro hermano y nunca ha estado en contra de nadie ni a favor del odio y todo lo que éste conlleva. Todos los árabes palestinos desean y anhelan, desde hace mucho tiempo, vivir en comunión, respeto y lealtad; no obstante, han emanado situaciones que lo han impedido, por las cuales también los palestinos (así como muchos otros países) piden “el derecho a la vida, libertad y seguridad personal, a no ser sometido a torturas o tratos inhumanos o degradantes, a no ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, familia o domicilio, a una nacionalidad y nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad y sobre todo; toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que sus derechos se hagan plenamente efectivos” (Declaración Universal de los Derechos Humanos): no son negociables.

Amira Al-Qara, una bebé palestina árabe de dos años, perdió a toda su familia en un ataque brutal interno en su hogar en Khan Yunis, Gaza y 60,000 recién nacidos se están quedando sin sus vacunas principales. El Hospital Deir Al-Balah se encuentra en una gran síncope, en una crisis sanitaria inexplicable.

Ninguna tortura, pena y sufrimiento hacia quienes solamente quieren mantener sus tierras y familias, es justificable. Se están viendo tractores de construcción, elevar y dejar reposar los cuerpos de palestinos en una fosa común; pareciéndose a los suburbios en los campos de concentración nazi en la fatal Segunda Guerra Mundial. Así mismo, hay más de un millón de palestinos refugiados y desplazados de sus zonas en tiendas de campaña en Rafah, Franja de Gaza; donde miles acuden desesperados por suministro de comida. Según el Ministerio de Salud, han habido más de 20,200 muertos y 53,000 heridos. Cientos de niños, con sus ojitos llenos de sufrimiento, huérfanos no saben su porvenir. Las morgues en los centros médicos están colapsadas y el 70% de las víctimas son mujeres y niños.

Por ende, tal como afirmaban un par de proverbios árabes: “La crueldad es la fuerza de los cobardes” y “Solo se tiran piedras al árbol cargado de frutos”. Seamos partícipes de la paz, de la justicia y del bien común.
Shukraan(Gracias), Arak Qariban(Hasta Pronto).