La presidenta de la república hondureña, Iris Xiomara Castro Sarmiento, de corte izquierdista, al mejor estilo del ultraderechista Donald Trump (arbitrario, antojadizo, disloco), ordenó por Twitter al canciller, abogado Enrique Eduardo Reina, que iniciara el proceso para establecer relaciones diplomáticas con China.

Al estilo de los reyes feudales que gobernaban por decretos, hoy en día no pocos mandatarios administran el Ejecutivo por la red social del pajarito celeste.

En un tiempo, cuando las democracias en estas regiones eran más serias, se comunicaba un proyecto, se socializaba, se entraba en debate y se tomaba una decisión. Hoy no, la nueva forma de gobernar es por Twitter.

Viendo tanto gobernante extraño que ha llegado a la silla presidencial, he empezado a extrañar aquellos tiempos de un ejercicio democrático muy bueno. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Aquella noticia nos tomó por sorpresa, pero tampoco es que nos haya extrañado mucho, ya que, aunque no lo haya mencionado en su plan de gobierno ni en la campaña política, es la práctica común de todos los países que giran alrededor del Foro de San Pablo y la nueva izquierda latinoamericana.

Pero, ¿por qué de esta decisión?
Considero que en el análisis ni siquiera está en discusión si Taiwán ha sido un país más que amigo, un país hermano que ha estado en las buenas y en las malas, sino que el fundamento es sencillamente alejarse de la égida de los Estados Unidos de América. Pero, insisto, ¿por qué?

Lo primero que se me viene a la mente es por una aberración casi infantil a Washington. Los de izquierda viven aún en los tiempos de la Guerra Fría y las consecuencias que se sufrieron en estos países. Aún ven a los EE. UU. como el país imperialista que ponía y quitaba presidentes y sostenía gobiernos militares represivos.

Esos son tiempos pasados desde hace casi medio siglo. Ya no existen. De hecho, ustedes verán que nacen, crecen, se desarrollan y llegan a gobernar partidos de izquierda, con odio visceral a los Estados Unidosy ya no pasa nada. El país norteamericano nos ha dejado a nuestra mala suerte.

Otra de las razones del acercamiento a China es que al país del norte en verdad le interesan temas que a la izquierda o a los demagogos le repugnan o no entienden: la gobernabilidad, la independencia de poderes, la estabilidad social y económica, el respeto a los derechos laborales, a los DD. HH., los principios democráticos, elecciones libres, limpias, transparentes y el respeto a la voluntad del pueblo. La libre competencia, el libre mercado, las inversiones, propiedad intelectual, en fin, reglas claras en el comercio.

Cuando alguno de esos temas no se trata como es debido el Departamento de Estado, por medio de sus embajadores, suele hacer comentarios muy serios llamando la atención y sugiriendo volver al cauce debido, y eso lo detestan los gobiernos de izquierda o los países dirigidos por un demagogo aprendices de dictador.

Los Estados Unidos dicen: “Te estamos dando cualquier cantidad de dinero y educación para que te desarrollés en democracia, en un ambiente de paz y tranquilidad, para buscar el desarrollo económico, y no lo hacés”. Y he aquí lo que más impulsa a los paisitos y sus presidentitos a buscar a China: un nuevo gran aliado que no se entrometa en los asuntos internos, que no esté siempre con la amenaza latente de suspender la ayuda económica o de imponer sanciones comerciales.

Por eso yo creo que no es tanto traicionar al país amigo, ni siquiera las bondades económicas de acercarse a Pekín, sino sacudirse la molesta presencia de un país –desde su imaginario- entrometido y regañón.

Estos gobiernos despistados desean la misma cantidad de donaciones, ayuda y préstamos, así como el mismo trato comercial, pero que los dejen hacer y deshacer sin que les den jalones de oreja a cada rato.

Que Honduras se aleje de Taiwán no es lo más triste (de por sí es ya muy vergonzoso). Lo dramático es que con esto quiera empezar a parecerse al régimen tiránico que, hoy por hoy, somete al pobre pueblo nicaragüense.