La idolatría es uno de los pecados de mayor abominación en contra del Dios vivo, por ello con frecuencia en la Biblia se advierte sobre ello, para que el pueblo de Dios no se desvié. en Éxodo 20:3-4: Dice así: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen tallada, ni ninguna semejanza de lo que está en el cielo arriba o sobre tierra debajo, ni en las aguas debajo de la tierra”. En Oseas 4:12, Dios reprende al pueblo de Israel por su idolatría: “Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar”

La madera y el palo mencionados aquí son ídolos que el pueblo de Israel consultaba como guía, de modo que el pecado de la idolatría los llevó a abandonar al Dios verdadero y buscar cosas que no tenían poder ni autoridad para bendecirlos. Recordemos que la idolatría no es solo la adoración a imágenes o estatuías. Ya que cualquier cosa que ocupe un lugar de orgullo en nuestras vidas en lugar de Dios puede constituirse como idolatría. Por ejemplo; el dinero, el poder, el prestigio, los placeres, los títulos académicos o incluso las redes sociales, pueden constituir sin lugar a dudas idolatría.

Nuestro compromiso debe ser amar a Dios por sobre todas las cosas y buscar siempre vivir de acuerdo a su voluntad y no poner la esperanza en los políticos, creyendo que ellos resolverán todos los problemas de una determinada sociedad, lo cual también constituye una forma de idolatría moderna. Ahora bien, si el mayor problema del mundo fuese político, Dios habría enviado a un político a resolver los problemas. Pero puesto que el mayor problema del hombre es el pecado, por ello Dios envío a un Salvador. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).

Evidentemente los cristianos tenemos responsabilidades sociopolíticas, sin embargo, debemos evitar caer en el error de politizar nuestra vida o anhelar puestos de función publica. Cicerón dijo en una ocasión (filósofo y político romano del 44 a. C.), en su tratado sobre la amistad (Laelius de amicitia), que la política es la causa principal de discordia entre amigos y desgraciadamente, también entre hermanos en la fe cristiana. El activismo político nunca debe estar por encima de la evangelización y de nuestro amor fraternal, porque no nos ha llamado Dios a hacer “campaña política” en favor de ningún partido político sino a predicar las Buenas Noticias de Salvación del SeñorJesucristo, tal como se establece en la gran comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20)

Es preocupante que algunos cristianos tengan más amor por un líder político y una bandera de un determinado partido político que por presentar las buenas nuevas de salvación.

La iglesia de Cristo, y por extensión el cristiano en particular, nunca debe apoyar a un partido o un líder político que contraviene los preceptos de la palabra de Dios con las decisiones injustas que toma estando en el poder y que su falta de transparencia sea evidente. La corrupción está en todos lados, pero florece aun mas en los partidos políticos, puesto que son dirigidos por personas que no tienen temor a Dios, pero aun así usan el nombre de Dios en vano para justiciar sus decisiones y hacer creer a los cristianos incautos, que están haciendo la voluntad de Dios, así como una especie de enviados divinos.

Romanos 3:10 dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” todas las personas y, por ende, los políticos, necesitan al Salvador: El Señor Jesucristo, por lo tanto, esta debe ser nuestra única bandera a ondear y debe constituir nuestra única esperanza y no los políticos “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses3:20).

En suma, el cristianismo es incompatible con las injusticias, la corrupción, las tiranías y las mentiras, por ello podemos participar como cristianos aportando a nuestro país desde la trinchera evangelística, denunciando las injusticias, apoyando a los necesitados y dando pan al hambriento.