El Señor Jesucristo, dio una magistral enseñanza sobre el afán y la ansiedad, debido que los seres humanos tenemos un apego insano a lo material, pero descuidamos los tesoros celestiales, por ello sin darnos cuenta nos afanamos y en ese caminar perdemos el rumbo de las obras justas. En Mateo 6:31-33 dijo: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

De manera que debemos de practicar la justicia con todos y, ante todo. Esto me recuerda la historia de la Inglaterra durante el reinado del rey Enrique IV (1350-1420), donde se reporta un incidente que ilustra el ideal de la justicia imparcial. Un siervo del Príncipe de Gales cometió un delito, y a pesar de la influencia del príncipe, su siervo fue sometido al proceso legal. Enojado, el príncipe entró en el tribunal y ordenó al magistrado que liberara de inmediato a su siervo. Sin embargo, el magistrado en jefe, Sir William Gascoigne, aconsejó al príncipe que llevara su petición a su padre, el Rey, quién a lo mejor quizás perdonaría al prisionero, pero el joven príncipe, furioso porque el magistrado no le obedecía trató de quitarle a la fuerza el prisionero al alcaide.

El magistrado en ese momento se puso en pie y con autoridad le ordenó al príncipe que obedeciera la ley y lo reprendió para que diera un buen ejemplo a sus súbditos, en virtud de la investidura real. En ese contexto le dijo el magistrado que no era un buen precedente que un príncipe estuviera por encima de la ley. Luego sentenció al príncipe por contumacia. El joven príncipe reconoció el delito que había cometido contra la corte y sumiso fue a la prisión.

Cuando las noticias llegaron al Rey Enrique IV, éste exclamó “Bienaventurado el rey que tiene a un magistrado investido de autoridad y de independencia y del valor para administrar imparcialmente la justicia; y aún más feliz es el rey cuyo hijo se somete a su justo castigo por haber ofendido la ley”.

En consecuencia nadie puede estar por encima de la ley, de lo contrario se tendría una anarquía en cada país, por ello se crea la norma primaria (Constitución) y un ordenamiento jurídico que rige la conducta tanto de los que están en el poder como la del pueblo mismo que elige a sus autoridades.

De tal suerte que los primeros en respetar la Constitución y el resto de leyes son los que detentan el poder, es decir todos aquellos funcionarios que fueron elegidos para gobernar por un cierto periodo. Pero cuando los que están en el poder irrespetan las leyes, muy poco le pueden pedir a sus conciudadanos en cuanto al respeto, dado que las palabras convencen, pero los hechos arrastran. Todo ello trae como consecuencia la pérdida de valores y un irrespeto al ordenamiento jurídico de parte de la población, por ello vemos en la actualidad que en El Salvador se mueve una estela de odio, resentimiento y venganza.

Hemos llegado a un punto de no sentir empatía por nadie, como el caso de los detenidos injustamente en el contexto del Régimen de Excepción, al parecer a las autoridades no les importa el sufrimiento de las víctimas que ahora están en una cárcel sin ser pandilleros. Que bien que se combatan a las pandillas y que se persigan con todo el rigor de la ley, pero los casos de personas detenidas injustamente cada día afloran, vastas son las denuncias que se han hecho contra ciertos policías y soldados, por violar y extorsionar a personas, en donde les ofrecían la cárcel con el Régimen de Excepción sino accedían a sus peticiones.

De manera que no se puede callar ante tantas injusticias que ahora viven miles de salvadoreños detenidos injustamente y que no se les dado la oportunidad de defenderse legítimamente, mientras algunos miembros de las pandillas andan campantes y libres, como dijo en una ocasión Dietrich Bonhoeffer “Guardar silencio delante del mal, es el mal en sí mismo: Dios no nos dará por inocentes...”