La nación de Israel se había dividió en dos reinos en tiempos de Roboam, hijo de Salomón, por mandato de Dios, es así como diez tribus se quedaron con Jeroboam I (reino del norte, Israel) este joven rey, tuvo la oportunidad de no ser arrogante e ignorante como lo era Roboam, (reino del sur, Juda) sin embargo, una vez establecido sobre su trono, en lugar de poner su confianza en Jehová Dios, empezó a temer que el pueblo lo matara para devolver el reino a su señor, Roboam. Su incredulidad, le condujo a tomar malos consejos y para evitar lo que temía, instituyó becerros y lugares altos de idolatría.

Así inclinó a todo el reino del norte a la adoración de ídolos, lo mismo que Aarón había hecho al pie del Sinaí, de manera que el rey Jeroboam (1 Reyes 12), para mantener adormecidos a los israelitas, también ofreció víctimas e incienso sobre el altar que había erigido a los dioses paganos. Todo acto de sacerdocio, de parte de este rey, era en sí, un pecado y abominación a Dios. Ya que estos ritos paganos, no era otra cosa que un invento de la imaginación de Jeroboam, un culto arbitrario al que ningún verdadero israelita hubiese asistido, no obstante, ahí estaban participando de estas prácticas aberrantes.

Pero siempre habrá un remanente fiel que se mantendrá haciendo lo correcto, aunque las mayorías hagan lo contrario, es por ello que los sacerdotes y levitas que estaban con Jeroboam, se pasaron con el Rey Roboam, dejando así sus haciendas y posesiones; vinieron a la tribu de Judá en Jerusalén, (2º de Crónicas 11: 14-17). Lo mismo ocurrió con las fiestas, en cuanto a que el lugar de su celebración fue imaginado por Jeroboam, para reemplazar la fiesta de los Tabernáculos. La fijó el día quince del mes octavo, “mes que él había inventado de su propio corazón”, dice la Palabra. (1º. de Reyes 12:33).

Hizo también casas sobre los lugares altos, constituyó sacerdotes paganos de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví... y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos (1 de Reyes 12: 27 al 33). De manera que prevaleció la voluntad de Jeroboam, ya que lo único que le importaban era mantenerse en el poder como rey, desechando así el verdadero culto que debía darse al Dios de Israel. Así que el pecado de Jeroboam se hizo merecedor de los juicios de Dios. De este modo le fue enviado un Varón de Dios que profetizo en contra de esos altares paganos.

Al verse confrontado en su pecado y por la arrogancia con la que actuaba el rey Jeroboam, quiso prender al varón de Dios, alzando su mano contra él, pero cuando un verdadero siervo de Dios, tiene el respaldo del Todopoderoso, no hay nada ni nadie que le pueda provocar daño. Es así como en ese mismo instante se le seco la mano al rey Roboam, por haber querido prender al profeta. Viéndose en una condición humillante el rey le pidió el varón de Dios, que por favor intercediera por él. De este modo el varón de Dios imploró a Jehová y la mano del rey fue restituida como antes (1º. de Reyes 13:6).

Entonces el rey Jeroboam dijo al varón de Dios, “ven conmigo a casa, y comerás, y yo te daré un presente”, pero el profeta tenía clara la misión encomendada, es así que se negó al ofrecimiento del rey; y decidió mantenerse en el mandato de Dios, quien le había dicho: “No comas pan, ni bebas agua ni regreses por el camino que fueres”. Está claro que los reyes, príncipes, presidentes o gobernantes cuando están en el poder se les olvida que sobre todo gobierno, gobierna Dios, el Eterno, el Todopoderoso, el creador de los cielos y la tierra, se les olvida que el poder es efímero y que lo tendrán mientras Dios lo permita.

El orgullo y la vanidad son dos elementos que Satanás utiliza, para conducir a los gobernantes, por la petulancia, los accesos, los placeres, y hacerles creer que son semidios, cuando en realidad se trata de otro ser humano con aires de grandeza, pero que los atormenta el dejar el poder, el perder los privilegios y los miles de aduladores que viven alimentando su débil alma. Así que lo mejor es dejar que el Señor Jesucristo los dirige para actuar con humildad buscando unir al pueblo y no dividirlo.