Concluí este articulo al fin de marzo, pero desde entonces, nuevas gestas y hechos se han creado rápidamente. La ANEP y socios han ido más allá de aquella reclamación que aquí menciono. No cambian mí apreciación, la confirman. No estoy en contra de las iniciativas privadas, pero todas, en lugar de pretender suplantar u obstaculizar roles del Estado, deberían de fortalecerlos, controlarlos y exigir que los cumplan. Pero, no es la ANEP sola la que se ha lanzado hoy en contra del Estado, y su Jefe, el Presidente de la Republica de El Salvador, también la acompañan, la derecha cotidiana y, lo nuevo, es que, además, líderes de la izquierda.
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En estos días publique en FB una frase con el mismo título que lleva esta nota de prensa. Recibí solicitudes para desarrollar la idea. Se trata de abordar, para proponer soluciones o salidas, a un tema/problema considerado sustancial, en el contexto de la situación actual en el mundo, región y país. Estamos refiriéndonos a toda esta situación y discusión que ha desatado el coronavirus. Observamos que no es solamente un conflicto de salud pública, tiene carácter global. Multidimensional dicen algunos. Para encararlo con mayor certeza, necesitamos de equipos multidisciplinarios competentes y de diferentes actores, entre ellos, como factor clave, el Estado. El trabajo de este agente exige que el Jefe de Estado lidere con eficacia y eficiencia. En El Salvador nunca hemos tenido un Jefe de Estado jugando su verdadero rol: en beneficio del país, con vocación de nación democrática y de pueblo. Y no, procediendo en favor de grupos de poder como en el pasado.

Primero: decir que se trata de un conflicto que se ha dado históricamente entre interés público e interés privado. La reclamación del derecho a ser propietario es algo trascendental porque se produjo en el pasado en contra de la concentración del poder y la propiedad en manos de las monarquías. De su desenlace es que surge el liberalismo, reivindicando el derecho a la propiedad privada, originando el capitalismo y, posteriormente, la idea del socialismo. Marx, pensador del socialismo llamado científico, propuso, para resolver este conflicto, la abolición de la propiedad privada y, años después, Lenin plantea la disolución del Estado burgués. Arguye la necesidad de la conformación de un Estado de nuevo tipo. Este elemento es muy importante porque se reconoce siempre la necesidad de un estado en la sociedad, pero, de diferente naturaleza. Aunque, dicen los clásicos, solamente por cierto tiempo, hasta que, como parte de un proceso, se extinga. Pero, hasta esta fecha hay que decirlo, casi 200 años después del Manifiesto Comunista, esto no ha sucedido en ninguna parte del planeta tierra muy a pesar de que se sostiene que se han construido sociedades socialistas. La Unión Soviética y su implosión, es el prototipo mayor por excelencia.

Pero independiente de sus concepciones, los intelectuales, han tenido frente a si el problema del Estado y han propuesto diferentes modelos: las posturas que van desde que haya mucho Estado en la vida societal hasta que haya poco Estado.

Algunos autores sostienen que el liberalismo en sus orígenes fue algo bueno, incluso que tiene afinidad con el socialismo que llegaría después. Pero desde fecha reciente, se habla del neoliberalismo, en el que se da un proceso de: achicamiento del Estado, supremacía del mercado y la privatización de lo público. Aquí esto se ha dado de una manera terminante no solamente por la derecha, sino que también la izquierda ha dado su tributo.

Segundo: Cuando se habla de la empresa privada, aquí en El Salvador, de inmediato se entiende que se hace referencia a la ANEP. Pero, la ANEP no es la única firma privada en el país ni tampoco la magnífica representante de lo privado. También existen otros sujetos que no están incluidos dentro de esa concepción orgánica. Por ejemplo: los sindicatos. La ANEP es el sindicato de los patronos, los propietarios de las empresas organizados vigilando por sus intereses. Ha sido el gremio empresarial más fuerte y decisorio aquí en el paisito.

Hoy, a raíz de la petición del Jefe de Estado y posterior aprobación de unos dos mil millones de dólares por la AL para atender eficazmente la pandemia, la ANEP reclama un rol de administrador y control de esos fondos. Es decir, ellos quieren jugar ese papel que ya está establecido le corresponde al Estado.

Sin embargo, los sindicatos no son considerados. La fuerza laboral privada debería tener una importancia similar para construir un régimen y sistema democrático consistente. Eso sería una política de pesos y contrapesos, como se dice, creíble. Pero en el balance de fuerzas, el contrato de las grandes empresas privadas ha sido en nuestra historia despótico. En cierta forma, ellas han sido el Estado. Pero, superar esta inseguridad no es una dificultad a resolver solo entre derechas, centros e izquierdas.

Pero, precisamente porque tienen un peso privado importante en cualquier país, aquí también por supuesto, es que no es este actor quien debe definir en qué se debe gastar y fiscalizar el cómo se debe hacer. Esta es un asunto de la vida pública y facultad del Estado con su institucionalidad creada para eso, y no de un ente privado. El agravante es de que se trata de la gran empresa privada del país, generalmente muy reactiva a los tan inaplazables cambios sociales. En la medida de que ellos presionan para jugar un rol que le corresponde al Estado, entonces están en contra del Estado.

En un proceso democrático se dan estas situaciones y lo obligatorio es trabajar por el consenso propio de un régimen democrático. Y el consenso no se impone por votación de la mayoría sobre la minoría, sino que por medio de un acuerdo unánime sobre un punto en particular.
El Estado de derecho en particular y el Jefe de Estado primordialmente, tiene el difícil rol de ser el mediador de intereses diferenciados y muchas veces contradictorios. Pero el papel político administrativo del Estado y sus actores, es indelegable.

Las reglas del juego deben de estar claras para los representantes en el régimen y sistema político. Quien se involucra en el juego, debe conocer muy bien cuales son las normas que deben de respetarse por todos los participantes. El Estado es el árbitro que vigila para que se respeten esas reglas y si se violan, el árbitro penaliza.

Se afirma que el mercado ha aplastado a la democracia y al Estado de Derecho. Por ello es muy aconsejable que estamos en un momento cumbre en el que deberíamos de revertir esos términos.

Concluyo estas líneas con un párrafo de un oportuno análisis reciente de Manolo Alcántara, titulado ¡Es el Estado estúpido!, asesor de FUSADES y quien fue mi profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona:

Solo una sanidad pública aupada sobre la lógica del asistencialismo universal que requiere de políticas públicas de largo alcance, con planificación y cobertura presupuestaria suficiente sabe dar una respuesta justa y adecuada a la pandemia suscitada. Solo una coordinación desde un poder ejecutivo legítimo es capaz de atemperar el desconcierto y el desorden social inicial utilizando resortes de diversa naturaleza entre los que destacan la información y el conocimiento, las fuerzas de seguridad, así como la red de comunicaciones y de transporte. Solo un orden político basado en la solidaridad y firme defensor de los principios de igualdad, libertad y justicia puede articular respuestas que mitiguen diferentes daños causados en el tejido productivo en distintos sectores de la economía al igual que en el ámbito laboral. Todo ello requiere de la presencia del Estado, sea cual sea su configuración: supranacional, nacional, regional o local. Si hace tres décadas se hizo famoso que era la economía quien tenía la última palabra hoy es el Estado el que tiene la respuesta. Manuel Alcántara. ES EL ESTADO, ¡ESTÚPIDO! 18 MARZO, 2020.