Algunas personas se preguntan ¿dónde está Dios ante tanta maldad? Evidentemente la violencia, las guerras, la explotación, la miseria, la corrupción, la falta de compasión y otras maldades que practica el hombre, son reales y están en cada rincón del planeta, pero la respuesta a la pregunta sigue siendo la misma. Dios está donde lo dejó la sociedad moderna, fuera de los hogares, fuera de los centros educativos, fuera de la mente y de los corazones de los niños.

Y el vacío de Dios, que quedó en los centros escolares y en los hogares, fue reemplazado por juegos de vídeos, películas violentas, el internet y ahora los dispositivos móviles acompañado de las redes sociales, bien lo dijo Alvin Toffler en el libro “El Shock del Futuro de 1970” Los analfabetos del siglo XXI no serán aquéllos que no puedan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, olvidar el aprendizaje y volver a aprender” también predijo la propagación del internet, a esto lo denominó la droga del futuro.

De manera que la humanidad decidió olvidarse de Dios y construir una sociedad sin las reglas del creador, pero a la hora de evaluar los efectos de esa sociedad carente de valores, la humanidad una vez más culpa a Dios de tener una sociedad decadente, así lo dice 2 Timoteo 3:2-4. “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”

Lo cual me recuerda aquel profesor universitario que retó a sus alumnos con esta pregunta. ¿Dios creó todo lo que existe? Un valiente estudiante dijo: Sí, lo hizo. ¿Dios creó todo? El profesor contestó. Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito.

Otro estudiante levantó su mano y dijo: ¿Puedo hacer una pregunta, profesor? Por supuesto, respondió el profesor. El joven se puso de pie y preguntó: ¿Profesor, existe el frío?, ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío? El muchacho respondió: De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. “Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía”.

Nuevamente el joven volvió a preguntar al profesor ¿existe la oscuridad? El profesor respondió: Por supuesto. El estudiante contestó: se equivoca, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz. De modo que para comprender qué tan oscuro está un espacio, se determina por la cantidad de luz presente en ese espacio. Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando hay ausencia de luz.

Finalmente, el joven preguntó al profesor: ¿existe el mal? El profesor respondió: Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal. A lo que el estudiante respondió: El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios en los corazones de los hombres, igual que en los casos anteriores es un término que la humanidad ha creado para describir esa ausencia del bien. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz.

El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado. Le preguntó el nombre al joven y este le dijo me llamó Albert Einstein.