Sin lugar a dudas el mundo es un lugar menos peor sin el bullicio constante de la desafortunada personalidad de Donald Trump lanzando desaciertos a todas partes a todas horas. Nunca pensé en mi vida ver un ser humano con mentalidad de tercer mundo como presidente de los Estados Unidos: imprudente, irresponsable, demagogo al máximo, deseoso de acumular poder, mentiroso, difamador, etc., o sea, como muchos presidentes latinoamericanos de la corriente chavista o simplemente demagogos como tenemos hoy en día.

No obstante esta era, Biden no está siendo la mejor en varios aspectos, a pesar de haber repuesto la dignidad y seriedad que exige la silla presidencial de la aún primera potencia mundial. El desacierto de no querer invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela, cosa que me agrada, pero en diplomacia, e incluso en la lucha de fuerzas entre potencias, no ha sido muy atinado. Se le olvidan que sobrevuelan en los cielos del subcontinente aves de rapiña con intereses exclusivamente depredadores.

Es cuestión de política internacional fría y calculada. Su decisión ha unido esas dictaduras con otros países que no sufren ese tipo de sistemas represivos, pero por eso de la llamada hermandad entre hermanos latinoamericanos, han alzado la voz a favor de aquéllas. Y, por otro lado, insisto, facilita aún más la llegada de Irán, Rusia, China e incluso mafias internacionales sumamente peligrosas a la región. No es que no suceda actualmente, pero sí les facilita la invasión.

El inicio de la presidencia de Biden me pareció muy buena. El respeto con el que se dirige incluso a sus contrarios, potenciar el papel de Kamala Harris sobre todo enviándola a Centroamérica y volverla la cabeza y lideresa del tema migratorio, se sentía un acercamiento más real de la Casa Blanca con el istmo, pero luego decayó. Calificó de asesino a Putin, cuestión que gustó a muchos, dio cierta esperanza de mano fuerte, tan necesaria en este mundo convulso, pero no pasó a más.

En su política interna tomó la pandemia como se debía: con seriedad y escuchando a los expertos. Regresó al Acuerdo de París sobre cambio climático, redujo el porcentaje de pobreza, el PIB volvió a números prepandemia, subió el salario mínimo, la demanda y oferta se estabilizaron, aunque fuera más por los subsidios y apoyo que por otra cosa, pero cuando hay mucha plata circulando eso conlleva a la inflación. Todo el mundo que vende aprovecha a subir los precios y eso tiene enfadados a los norteamericanos.

Volviendo a lo que nos interesa. A mí en lo muy personal el que haya excluido a los tres países me ha parecido una ligereza, por más que no sean de mi agrado los regímenes tiránicos que sufren las tres naciones, pero, considero que, sabiendo que al enemigo se le debe de tener cerca, lo mejor era invitarlos a la fiesta, acercarse con unos tragos, y en el ambiente festivo y de promesas que nunca se cumplen en esas cumbres, darles una diplomática palmadita, un tierno jalón de orejas y susurrarles al oído que no se les olvide quién manda, y entre uno y lo otro, sacar alguna información de esas importantes que los diplomáticos solo sueltan cuando se sienten seguros lejos del régimen.

Además, Estados Unidos tiene mucho más poder que eso para cambiar el rumbo de las cosas, tiene un par de siglos inventando estrategias para torcer la balanza a favor de esos regímenes que le son favorables a sus intereses, algunas veces con resultados espantosos para la población del Estado “liberado”, otras no tanto, como resultó en El Salvador, que gracias a su directa intromisión en nuestros asuntos internos, pudimos evitar ser conquistados por las hordas asesinas y enloquecidas del FMLN, y así no caer en la égida de la URSS, ni en sus patéticos sistemas omnicomprensivos.

Hay varias formas de pelar un cerdo, pero en este caso, el presidente Biden se decantó por la menos indicada.