Cada año (9 de abril 1945) se recuerda la muerte del pastor y teólogo de la iglesia luterana de Alemania Dietrich Bonhoeffer, quien alzó la voz para defender los principios cristianos y bajo su autoridad se logró el rescate de varias familias judías que estaban destinadas a la muerte en las cámaras de gas. En este tiempo los diferentes grupos sociales guardaron silencio, por temor a ser perseguidos y exterminados por los nazis, incluyendo la Iglesia Católica, que enmudeció ante las atrocidades que vivián los judíos, también algunas iglesias protestantes se mantuvieron al margen promoviendo la “neutralidad”

Es decir que temían al régimen tirano que instituyó a Adolf Hitler como semidios, por otra parte, Dietrich Bonhoeffer consecuente con sus principios, levantó su voz, sabiendo que el cristianismo no es compatible con las injusticias, ni con las tiranías que oprimen al pobre, encarcelan al honrado y asesinan al más débil. Es por ello que se encargó de preparar a los nuevos pastores, mediante la enseñanza en el seminario teológico, que luego fue clausurado por la Gestapo y se le prohibió hablar y enseñar, sin embargo, obediente a su llamado pastoral continuó sus labores de manera clandestina.

Un tiempo después fue acusado por complicidad para matar a Adolf Hitler, de manera que fue arrestado Bonhoeffer y pasó sus dos últimos años de vida en una cárcel en Berlín esperando su sentencia final. Allí se dedicó a producir varios de sus libros que hasta hoy conocemos. Entre ellos sobresale: “El Costo del Discipulado” La tesis de esta obra es una exposición a la luz del Sermón del Monte en Mateo capítulo 5.

En definitiva, una fe que no toca el alma ni la consciencia, un cristianismo sin Cristo y sin cruz, es una fe estéril, inútil y hueca porque al final no es sostenible. A esto Bonhoeffer lo llamó: “la gracia barata”

La gracia barata, Bonhoeffer la definido así: es la predicación del perdón sin requerir arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina de la iglesia, la Comunión sin la confesión, la absolución de pecados sin la confesión personal. La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado. De modo que la fe se vuelve barata cuando se ofrece como producto de consumo para satisfacer a las masas cristianas que buscan un mensaje acomodado a la realidad de sus deseos personales, cuando se ofrece como espectáculo para un público que desea que se le endulcen los oídos.

En Filipenses 3:17-19. El Apóstol Pablo lo había advertido cuando dijo: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal” De manera que en la actualidad hay seudo predicadores que abaratan la gracia de nuestro Glorioso Señor Jesucristo y su sacrificio en la cruz.

Ya que son guiados por la avaricia y el amor al dinero, por esa razón evitan predicar del pecado, de la condenación eterna en el infierno que le espera a todo aquel que rechace al Señor Jesucristo. Es por ello que prometen el cielo mediante una vida terrenal llena de lujos y excesos, donde no hay reprensión al pecador y promueven que cualquiera puede ser hijo o hija de Dios, sin necesidad de arrepentimiento ni conversión, del mismo modo estos mercaderes de la fe venden el cielo como una garantía para reclamar las promesas materiales a cambio de una módica suma o transacción monetaria que algunos llaman: “La ley de la siembra y la cosecha”, o el “pacto con Dios.”

De manera que estos mercaderes de la fe mal enseñan, a ciertos cristianos desprevenidos a codiciar los manjares terrenales, no obstante, todo cristiana ilustrado sabe que el mensaje que idolatra al hombre y se enfoca en el amor al dinero es contario a lo que enseño el Señor Jesucristo. Es por ello que tenemos que volverá a la obediencia a la palabra de Dios y a la conversión genuina, como parte integral del mensaje del Señor Jesucristo que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26