La invasión de Rusia sobre Ucrania, llega a mil días. Es el conflicto armado de mayor duración ocurrido en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial. E igualmente el primero en que, el invasor, tiene como propósito, legalizar como suyos los territorios invadidos del estado víctima, en este caso Ucrania. Porque, aunque se diga lo contrario, Rusia teme a Europa y cree que su existencia, solo se garantiza si aleja de sus fronteras actuales, las armas y hombres de países adversarios, lo más lejos posibles. Ha logrado gobiernos satélites en varios de los países fronterizos. Ucrania, fue hasta hace poco y Bielorrusia, estado satélite suyo, dirigido por correligionarios. Pero en la medida en que Ucrania volvió los ojos hacia Bruselas y mostro interés de formar parte de la UE y la OTAN, Rusia la considero un peligro para sus intereses. E, incluso para su existencia.
Los rusos no han sido buenos combatientes. En la segunda guerra mundial, su mayor valor, fue morir por millones y aprovechar las ventajas del clima y la incompetencia de los mandos hitlerianos. En una anécdota de la II Guerra Mundial, un soldado decía a otro: “me gustaría tener la comida caliente de los estadunidenses, la flema de los ingleses, la ropa de los rusos; y, al frente como enemigo a los italianos”.
En Afganistán, igual que los estadounidenses, los rusos fracasaron estrepitosamente. En Siria, siguen empantanados, incapaces de dirigir grupos de ejércitos, por incompetencias de sus oficiales que no saben coordinar grandes operaciones. Y en Ucrania, aunque ocupan un 20% del territorio del país invadido, no han podido eliminar la resistencia de este país que ha contado con el apoyo casi cerrado de todo occidente. En probable que, si Kiev no hubiese contado con el apoyo de los países de la UE y de la OTAN a estas horas, Putin habría concluido su “operación especial” y anexado como hizo con Crimea en 2014, a Ucrania. Pero no. Sus tropas están empantanadas, los avances son mínimos y sus éxitos hasta ahora, son de artillería de larga distancia.
De repente, frente a la incertidumbre del cambio de mando en Washington, Putin --que no cree en la amistad de Trump y otras boberías que se han dicho--, quiere apurar el paso, para forzar una negociación, en donde el escollo mayor, serán los territorios ocupados. Putin quiere anexionárselos, lo que sería un retroceso en la geopolítica mundial que abriría las puertas a las ocupaciones de los más fuertes en contra de los débiles. Y a la destrucción de la institucionalidad creada después de la Segunda Guerra Mundial.
Contrario a lo que muchos creen, Estados Unidos no variara su política exterior, en lo referido a la defensa de su liderazgo como primera potencia militar. Quien este en la Casa Blanca, defenderá a Estados Unidos. Y, sin duda Trump no entregara Ucrania a Rusia, porque ello va en contra de los intereses de sus aliados europeos, y le regala a China, el respaldo de un par de aliados que, aunque menores, tienen un enorme valor para dañar el frente occidental de Estados Unidos.
Las balandronadas de Putin sobre su política nuclear e incluso el uso de equipo experimental en la guerra con Ucrania, no son más que excusas para apurar el paso, dividir el frente europeo; e iniciar forzadas negociaciones en donde Ucrania tenga que ceder su territorio. Los ucranianos saben que no pueden hacerlo. Cedieron Crimea y Rusia no se detuvo. De modo que ceder ahora, es un suicido para la existencia de Ucrania.
El uso de armas nucleares no es opción. Estados Unidos y la OTAN, tienen superioridad sobre Rusia. Un ataque ruso sobre algún país europeo, producirá la respuesta inmediata de la OTAN y Rusia, no tiene fuerzas para sostener un segundo ataque y será vencida, aunque haga mucho daño a Polonia, Alemania y a los países bálticos.
De acuerdo con el análisis de fuerzas, en que Rusia no tiene hombres suficientes para una lucha de infantería bajo un ataque de misiles lanzados desde Ucrania hacia su territorio, la alternativa es la negociación. China no se las jugara por Rusia, en este momento. El flanco del Pacifico compromete a China en una guerra en que Estados Unidos y sus aliados, pueden destruir todo lo logrado en los últimos 50 años. El camino es negociar, sin legalizar territorios ocupados, aunque Ucrania se quede fuera de la OTAN.