La reelección inconstitucional de Bukele, y su absoluta concentración de poder, aceleran la consolidación de un régimen autoritario que someterá más a todos los poderes e instituciones del Estado. Esta ilegitimidad por defecto Constitucional y alevoso fraude estructural, constituye el mayor retroceso democrático en el último siglo, y amenaza con el descalabro del país al profundizar el desempleo y la pobreza, acelerando la crisis de las finanzas y la deuda pública, recrudeciendo el estancamiento económico por la desconfianza de los inversionistas, y genera un mayor aislamiento internacional.


Este tétrico escenario arrincona a la sociedad a la disyuntiva de aceptar la humillación del sometimiento; o al reto valiente y arriesgado de asumir un nuevo periodo de lucha política y social organizada, enfocada en la construcción de un acuerdo democrático y plural para recuperar la esperanza, que responda a las necesidades del desarrollo sustentable, orientado a superar la marginación y la pobreza; fundado en la institucionalidad derivada de los Acuerdos de Paz, en el que prime la justicia y la dignidad, dentro del marco de un Estado democrático de derecho, con igualdad y respeto por los Derechos Humanos, y sobre todo, en el que impere la transparencia.

El futuro del país en el mediano y largo plazo estará marcado por la pugna entre una dictadura que se consolida a punta de represión, extendiendo el Régimen de Excepción, coartando las libertades democráticas de manera indefinida, cercenando el acceso a la información pública, impidiendo la labor de los medios de comunicación independientes, elevando la persecución de lo selectivo hasta sectores organizados; aplicando una mayor estridencia en sus campañas mediáticas para profundizar el miedo y descalificar a cualquier voz crítica o de oposición; incrementa el número de efectivos, armas y virulencia del Ejército; y aplica más vigilancia y coerción territorial.

La condición en la que Bukele asume su segundo mandato, ya no le permite culpar a “los mismos de siempre”. Su antecesor es él mismo. Ha heredado así, una grave crisis municipal que fractura profundamente la relación del Ejecutivo con los territorios, debido a una maltrecha reforma que, sin soporte técnico, redujo municipios y cerró la ruta de la descentralización y el desarrollo local. Por tanto, recuperar la función del Estado requiere restablecer el FODES, recuperar programas de impacto social como el restablecimiento de la red de atención médica comunitaria (ECOS), la inversión en caminos vecinales, recuperar el agro; programas difíciles de implementar con la crisis económica y fiscal galopante.

Bukele debe diseñar y ejecutar un milagroso plan económico que nunca realizó en el quinquenio anterior. Mientras, su propia herencia al nuevo periodo incluye despilfarros, incapacidad de ejecución presupuestaria, presunta corrupción, opacidad en toda la función pública. Ha hecho historia con el mayor endeudamiento público de $28,622.82 millones (incluye pensiones), deuda que representa el 81.8% del PIB; con riesgo de alcanzar $30,153 millones en 2024. La deuda de corto plazo (Letes/Cetes) es de $2,710.7 millones. Por otra parte, acciones antidemocráticas le cerraron el crédito en organismos multilaterales y las tasas de interés que paga el país se dispararon a más del 9%. La banca local llegó al límite de capacidad para otorgarle nuevos créditos; y el sistema de pensiones no recibirá pagos de capital e intereses durante cuatro años.

En carrera contra reloj, este panorama exigirá, desde la base, la construcción en territorios y sectores de un amplio movimiento de Resistencia Democrática, capaz de enfrentar el avance dictatorial con medidas represivas y antipopulares, como la inminencia de un paquete tributario regresivo. El reto dependerá en gran parte de la capacidad de articular una agenda básica que recoja los principales problemas que adolece la población, como el acceso permanente al agua potable, el desempleo, el alto costo de la canasta básica; la recuperación del agro, la urgencia de una estrategia alimentaria para enfrentar la escasez de alimentos por la sequía; la demanda de alternativas de sobrevivencia para los vendedores informales desalojados.

Estos contenidos pueden acercar y hacer coincidir a un amplio abanico de fuerzas progresistas que incluya la mayor pluralidad. Este esfuerzo requerirá trascender los intereses particulares grupales a los intereses de Nación; desmontar exacerbados protagonismos, elitismos excluyentes, sectarismos, hegemonismos y vanguardismos que caracterizan a una buena parte de las fuerzas políticas y sociales.