A la gente realmente no le importa la ley. No la conoce, solo la grita en las manifestaciones o en las redes como un cliché, pero no entiende lo que es la ley, que es mucho más que el texto impreso en un código, en el Diario Oficial.

Cada rama de las ciencias jurídicas (al menos las más amplias) que ha llegado a consolidarse como tal, está sustentada por siglos de análisis de la realidad y la búsqueda de vivir en paz y tranquilidad, en tolerancia, en medio de un mar siempre picado por los diferentes intereses y aspiraciones.

Es tan grave, profundo, amplio, todo lo relacionado a la ley que con mucha más razón aseguro que la gente es una absoluta nulidad. Pero no lo digo por vanidad o soberbia abogadil, sino por las consecuencias en el campo político que a todos compete.

Estoy asustado de cómo la gente, sea de izquierda o de derecha, cuando los mandatarios hacen algo que les parece bien, lo apoyan, aunque con esas decisiones el gobernante se pase por la suela de sus zapatos siglos de desarrollo de las ciencias jurídicas, del sistema democrático republicano y de la ley. Parecieran una horda de zombis sin alma, sin voluntad y sin materia gris que aplauden fervorosamente esas decisiones demagógicas, ilegítimas y destructivas.

En otras manifestaciones de esa terrible ignorancia, exigen justicia, que los corruptos vayan a la cárcel, pero cuando los corruptos son de su partido, entonces, no; y las masas en las redes le dan a lo mismo: “Cuando gobernaba el otro partido, no decían nada”.

Salen a las calles a exigir democracia, que se respete la voluntad del pueblo pero, cuando el demagogo, autoritario, dictador es de su partido, todo es miel sobre hojuelas.

En Honduras, donde vivo desde hace tres lustros, escupían con fuego y sangre el título de “narcodictadura” y, aún no dejan el sonsonete, pero el expresidente José Manuel Zelaya Rosales viaja a Venezuela a abrazar a Nicolás Maduro, que hizo de ese país un verdadero y auténtico narco Estado con todas sus letras. Y la gente lo apoya y aplaude.

Un periodista que se proclamaba independiente, Rony Martínez, desangraba su garganta contra la reelección de Juan Orlando Hernández Alvarado (JOH) y, hace un par de días, felicitaba a Xi Jinping por su reelección en China. ¡Qué ignorancia de la ley! No la china, sino la universal que el poder absoluto embrutece y solo causa calamidades. Y la gente le aplaude.

El analfabetismo legal de las masas es preocupante. La gente no entiende el daño que se hace a los países apoyando esa doble moral con la que juegan los políticos porque ignora los fundamentos de la ley. Se vuelven ante mis ojos tan perversos como los mismos políticos a lo que apoyan.

Por 12 años los miembros del partido LIBRE anduvieron por el mundo exhortando a los gobiernos que desconocieran la presidencia de JOH, en franca incitación a la intromisión de las decisiones del pueblo en las urnas, pero vean esto: cuando la Embajada Americana emite algún comunicado o un simple tuit sobre alguna decisión lamentable del gobierno de Castro Sarmiento, su canciller, Eduardo Enrique Reina, salta con el puñal en la boca acusándola de injerencista. Contradictorio.

Y les doy otro ejemplo. Ahora que la justicia argentina condenó a la “Ladrona de América”, luego de un proceso penal en el que se respetaron todas las garantías, doña Xiomara acusa a los jueces argentinos de ser títeres de la derecha y se solidariza con Cristina Fernández por tal injusticia. ¿Qué más entrometimiento que ese?

Volviendo a nuestro país. Que la gente, en su ignorancia, apoye la reelección a la que ya dijo aspira el presidente Nayib Bukele, habiéndose pasado la ley por alto, haciendo uso del autoritarismo del que hace gala, no es sino otra muestra de que la gente no entiende por qué se impedía en la Constitución. Ignorante de la historia, se le olvidan los regímenes militares, toda la sangre y dolor. La represión y la persecución. De esas prácticas oscuras surgió esa disposición legal que prohibía que alguien aspirar tan pronto a la reelección.

La ignorancia de los pueblos es de gran ayuda para los gobernantes y solo perjudica al propio pueblo. Por eso los políticos no educan a la gente y ésta, por su parte, tan poco busca salir del pozo oscuro y profundo de su ignorancia.