La discrepancia entre los datos económicos y la percepción optimista de la población salvadoreña sobre el futuro es un fenómeno cuanto menos intrigante que merece una reflexión. Es comprensible que las personas busquen mantener la esperanza y crean en la posibilidad de una mejora económica en el futuro, especialmente cuando se ven inundadas de una estrategia de propaganda gubernamental que proyecta la idea de que todos los problemas del país han sido resueltos. Se ha hecho alarde de un supuesto plan económico sorprendente por parte del gobierno salvadoreño, aunque en realidad no existe un documento que lo respalde.

A nivel mundial, se habla de la “innovación” del gobierno al adoptar el bitcoin como moneda de curso legal, sin embargo, se ha llevado a cabo de manera improvisada y sin respaldo de estudios técnicos. Para la mayoría de la población, esto no ha generado ningún beneficio real, pero ha tenido un alto costo de oportunidad al utilizar recursos públicos. Además, los principales beneficiarios parecen ser un pequeño grupo de individuos que han aprovechado la alfombra roja que les ha puesto el gobierno incluso si quieren utilizar al país como un enorme lavadero. Sobre este punto pareciera que la gente salvadoreña sí es consciente de la diferencia entre esta propaganda y la realidad.

A pesar de esto, persiste una divergencia entre la realidad y la percepción sobre el futuro. Los datos actuales son claros: la situación económica en El Salvador es crítica. El país ha experimentado el crecimiento económico más bajo en comparación con otros países de Centroamérica. Además, es el único país de la región que ha tenido un saldo negativo en la atracción de inversión extranjera directa, lo que significa que más dinero ha salido de salvadoreños para invertir en el extranjero que el dinero que ha ingresado de inversores extranjeros para invertir en El Salvador.

A esto se suma que, en lo que va del año, la actividad económica apenas ha crecido un 0.8% en el primer trimestre y se proyecta que nuevamente sería la economía que menos crecería. Los ingresos fiscales, incluyendo las contribuciones, están $ 141.3 millones por debajo de lo presupuestado hasta mayo, lo que deja un agujero fiscal que deberá ser cerrado con más deuda o dejando algunos programas o proyectos sin ejecutar, posiblemente un año más la inversión pública sea la variable de ajuste. En tanto, las exportaciones se han desplomado y las reservas internacionales netas y de liquidez siguen disminuyendo. Mientras tanto, el poder adquisitivo de las personas continúa disminuyendo, lo que ha llevado a un aumento de la pobreza y la pobreza extrema. Estos datos duros y objetivos respaldan la percepción ciudadana de que el principal problema del país es económico y que la situación económica ha empeorado o, en el mejor de los casos, se ha estancado.

Sin embargo, estos datos contrastan con los recientes resultados de una encuesta realizada por Cid Gallup, donde más allá de cuestionar la objetividad por la cercanía con el gobierno salvadoreño, esta encuesta indica que, después de la población mexicana, la población salvadoreña es la que tiene más optimismo sobre una mejora económica en los próximos 12 meses. Casi 6 de cada 10 salvadoreños creen en esta posibilidad.

Es decir, que, aunque no existen elementos objetivos que indiquen que la situación económica mejorará, la gente sí lo cree, o al menos eso parece indicar. Es peligroso tener la esperanza de un futuro que no llegará dada la cruda realidad económica que enfrenta el país.

Desde el gobierno, esto incluso se ha venido como un logro, pero la ilusión de un mejor futuro no puede reemplazar la acción y las políticas concretas necesarias para superar los desafíos económicos. Las cosas no se arreglan por arte de magia, ni por la popularidad del presidente, ni por los buenos deseos. Bien haría la población en reflexionar si hasta ahora la situación económica no ha mejorado, ¿cómo va a mejorar si se tendrá más de lo mismo? Por cierto, una reelección inconstitucional lejos de ser una solución puede agravar una realidad que tarde o temprano se impondrá a una ilusión económica falaz.