En 200 años de República existe suficiente evidencia histórica, sociológica, antropológica, periodística, criminológica y victimológica entre otras de los altos niveles de violencia de nuestra sociedad; una de las manifestaciones más evidentes han sido los actos de intolerancia cubiertos en el siglo pasado e inicios del presente por cobertura periodística al día siguiente, desde la década anterior la proliferación de las redes sociales y multi plataformas utilizando internet ha permitido conocer dichos actos de intolerancia en tiempo real, por medio de los miles de reporteros ciudadanos.

La semana anterior un nuevo acto que fue cubierto por diversos medios de comunicación y cadenas internacionales, una persona de la tercera edad, un ciudadano muy querido en su comunidad, un hombre que era muy conocido en diferentes colonias, comunidades, cantones, caseríos por haber dedicado gran parte de su vida al arbitraje, se trata de don José Arnoldo Amaya, originario de Soyapango, un hombre cristiano evangélico, quien era un árbitro federado y afiliado a la Asociación de Árbitros de Fútbol de El Salvador (AAFES) fue golpeado y vapuleado por un individuo que participaba de un encuentro futbolístico en la cancha de la Colonia Toluca en la ciudad de San Salvador, cuando una vez el árbitro aplicó el reglamento y amonestó al jugador, se enfadó, y comenzó a golpear al señor árbitro, mientras manifestaba “nadie se vaya a meter” y sabe que estimado lector, todos los jugadores de ambos equipos, los que estaban en la banca esperando turno, y las decenas de aficionados que disfrutaban del partido nadie se metió, cumplieron la orden del ahora capturado e imputado Juan Manuel Cruz Lorenzana quien ha sido acusado de ser el responsable y quien según las autoridades del gabinete de Seguridad es miembro de una pandilla, específicamente de la Mao Mao.

Los miembros de las pandillas continúan en libertad e interactúan con la sociedad, utilizan diferentes camuflajes como este pandillero que vivía en una zona residencial cercana a la cancha donde vapuleó al señor Amaya hasta enviarlo al hospital, donde sería cuestión de minutos para que fuera declarado fallecido por politraumatismos.

La rápida y efectiva actuación del gabinete de Seguridad con todas las técnicas de investigación e inteligencia lograron ubicar la casa, y cuando ingresaron encontraron droga, dinero, y otros, siendo además un “gatillero” (asesino) de dicha pandilla. Los miembros de las pandillas quieren que todo su entorno gire a decisiones absurdas y reglas estúpida que han sometido a gran parte de la sociedad. ¿Porque nadie actuó y defendió al señor Amaya? Quizás ya sabían las actividades y operaciones del jugador miembro activo y delincuente de la pandilla infiltrado como un jugador más, y era mejor “no meterse en problemas”. Mientras las decisiones arbitrales favorecían al equipo del pandillero no había problema. Esa indiferencia por temor o por no tener problemas le sigue pasando factura a nuestra sociedad. Hasta cuán tendremos un grado de empatía y ser adultos significativos en El Salvador.

El acto cometido por el ahora capturado e imputado es un cobarde asesinato, es un acto criminal, una canallada de un hombre acostumbrado a matar y a resolver todo por medio de la violencia. Pero todos los fines de semana en nuestro país en los torneos de fútbol amateur muchos árbitros exponen su integridad física y su vida por actos de intolerancia de hombres que no pueden manejar, la ira, enojo, frustraciones, y que llegan a la cancha a liberar todas las frustraciones de la semana.