Lo estúpido tiene su lógica, una génesis y una construcción concatenada con verosimilitud que desemboca en un resultado irracional, pero convincente. Si no fuera así, la estupidez no estaría tan en boga últimamente, no tendría tantos adeptos, incluso no lograría hacerse pasar por inteligente y valiente rebeldía.

Todo esto lo hemos podido ver cuando en el mundo gente muy racional apoyan a Putín y su invasión a Ucrania, o a los movimientos antivacunas, sin dejar a un lado a los millones de estadounidenses que votaron por Donald Trump o los que apoyan al gobierno que ha agarrado al país como si fuera de su propiedad.

Lo de Putín, es evidente, no requiere más comentarios: es una invasión. No obstante, en las redes se han desplegado una avanzada de videos en los que aparecen defendiendo la invasión.

Los prorusos o putinistas dan la razón al dictador por razones estiradas como que Rusia está siendo amenazada, que la están cercando, que EUA es malo, Europa sumisa, la OTAN un instrumento del mal. Incluso hay quienes, ya más apasionados, mienten sobre un tal genocidio que se está llevando a cabo por las tropas ucranianas en la región de Dombás, sin que alguna vez lo hayan mencionado, ni les haya importado a esos putinistas.

Con lo de las vacunas para reforzar el sistema inmunológico ante el ataque de este virus veleidoso, sucedió algo igual en el cual la estupidez fue elevada a rango de derecho constitucional, principalmente la libertad de elegir o no ser vacunado. La lógica partía de las dificultades técnicas científicas de conseguir, en tan poco tiempo, una vacuna. Se escuchaban muchas voces versadas sobre la materia que temían se modificara la estructura del ADN; que ello llevaría a modificar la misma biología del cuerpo humano con obvias consecuencias catastróficas que degenerarían incluso en mutaciones. Pero también se escuchaban postulados descabellados que decían que nos inocularían un chip para dominarnos, que era parte de un complot de las potencias y los magnates mundiales, de acabar con la mitad de la población mundial, cosas que se saltan la barda de la estupidez y caen ya en la locura. Todo esto llevó a una demencia colectiva con el final triste de que muchos que no se quisieron vacunar murieron e infectaron a seres queridos, los cuales también terminaron en la tumba.

Recién salió publicado el arrepentimiento del médico italiano, Pasquale Bacco, que pidió perdón por toda esa locura antivacunas. Y desveló toda la mafia que se generó alrededor de dichos movimientos como el de personas que se hicieron millonarios gracias a la capacidad que tuvieron para embaucar la gente que renunció a razonar. Recibieron millones de euros en concepto de donaciones las cuales eran solicitados para mantener con fuerza dichas iniciativas. La lógica de la estupidez fue sólida, y por eso muchos murieron: porque creyeron, porque les pareció que el discurso era razonable.

Se me acaba el espacio para hablar de la gran conspiración que los norteamericanos blanquitos, religiosos y sureños creyeron a pie juntillas, manipulados desde una plataforma social en la web que llamaron QAnon, y que consideraban que estaban siendo amenazados por un complot comunista liderado por una argolla de pedófilos del Partido Demócrata.

Finalmente, no nos creamos alejados de todas esa logicidad de lo absurdo. En el país estamos viendo, viviendo y sufriendo algo igual, en el que, sobre un punto de partida innegable, sólido (los gobiernos corruptos e incompetentes de ARENA y el FMLN) se ha construido un andamiaje de esa lógica que he mencionado que le permite al presidente Nayib Bukele hacer lo que le venga en gana, y les suena lindo, cierto, verdadero e inobjetable, aunque sea evidente que no está llevando al país por el camino correcto, y que además lo está conduciendo al abismo de una hecatombe de las finanzas públicas.