La tan esperada renuncia de Biden como candidato presidencial de EE. UU. por el Partido Demócrata, deja muchas lecciones democrático-electorales para cualquier país. Entre ellas, la importancia de los debates públicos entre candidatos presidenciales; y, en segundo término, la relevancia de las encuestas de opinión independientes para medir la intención del voto. Fue precisamente la exposición al debate la que dio la pauta para que electores, afiliados y lideres demócratas tuvieran elementos de juicio sobre el desempeño de Biden y exigir el retiro de su postulación presidencial. De lo contrario, es muy probable que aquel desastre fuera incontenible.

Aunque el proceso y campaña electoral están bastante avanzados, y hasta hoy es reconocida la ventaja de Trump y los republicanos, será la convención demócrata quien tenga la última palabra al decidir el remplazo de su candidatura en Chicago entre los días 19 al 22 de agosto.

Ya en la elección del 3 noviembre de 2020, por primera vez en EE. UU. los candidatos principales Biden y Trump superaban los 70 años, los más longevos de la historia de ese país. Cuando Biden asume el cargo en enero de 2021 tenía 78 años, siendo la persona de mayor edad en asumir esa responsabilidad. Por lo tanto, los liderazgos de ambos partidos, electores y medios de comunicación desde entonces conocían de la limitación etaria. Muy probablemente fueron las cifras del resultado de aquella elección y lo adictivo del poder como en El Salvador los que engolosinaron y obnubilaron las limitaciones que impone el tiempo a los humanos.

En aquella justa, Biden obtuvo la mayor votación histórica con 81 millones de sufragios, 7 millones sobre Trump, y 12 millones más que Obama; con una población de 328,239,523 millones de habitantes y un registro de 231,884,208 millones de habilitados. La participación se disparó hasta 158,209,978 millones de electores (66.6%); en una
sociedad polarizada, otrora apática para votar.

La probable candidatura de Kamala Harris, antes de enfrentar a Trump debe superar el reto de la convención demócrata, en la que atisban mujeres y hombres interesados; gobernadores como: Gretchen Whitmer de Michigan (52), Gabin Newsom de California (56), Jay B Pritzker de Illinois (59), Josh Shapiro de Pensilvania (51); el congresista Rokhanna de California (47); y el actual secretario de Transporte, Piter Buttigieg (42).

Todos, incluida la vicepresidenta KH (59) están en el rango de 42 hasta 59 años, certificando que, en el Partido Demócrata, como debe ocurrir con el Republicano, siempre tuvieron sangre joven de relevo, y que la adicción al poder puede haber anquilosado sus propuestas.

La vicepresidenta Kamala Harris más allá del reciente respaldo de Biden, los Clinton y muchos gobernadores y congresistas, debe enfrentar el reto de subirse al tren de una campaña que marcha a gran velocidad y corta distancia (5 de noviembre), recuperar la ventaja de Trump, (según CNN al 2 de julio 2024: Trump 49%, Biden 43%; a esa misma fecha si fuera KH 45%, Trump 47%). Para sobreponerse, KH debe unificar las filas del Partido Demócrata en el que florecen disputas por intereses y visiones encontradas; alinear filas para recuperar la coherencia de la campaña, y conectar con los intereses de los electores. Además, debe atender las preocupaciones latentes sobre el resultado de la batalla por la elección del Congreso; y sobreponerse al fracaso de cuando fue lanzada por Biden al “foso de los leones” con la misión imposible de resolver la crisis migratoria en la frontera sur de EE. UU.

La trayectoria de KH, de madre india y padre jamaiquino; comprende desde ser abogada, Fiscal de Distrito y Fiscal General de California; Senadora en 2016, actual vicepresidenta de EEUU, y presidenta del Senado; conocedora de la situación regional y de El Salvador. Ella en su momento expresó su “profunda preocupación” por la destitución de la Sala Constitucional y el Fiscal General en mayo de 2021, calificando: “Una rama judicial independiente es crítica para una democracia saludable y una economía fuerte. En este frente, y en todos, debemos responder”. Como fiscal, KH enjuició a criminales de pandillas, conoce casos como el de Crook y otros ranfleros liberados por los pactos de Bukele con pandillas; Trump también conoce esos mismos tratos, y de ahí sus duras críticas contra Bukele, quien, a diferencia del garbo contra otros mandatarios, en este caso guarda un silencio sepulcral.

No deberían, por tanto, alegrarse mucho los que añoran un triunfo republicano, pues parece que eso no los liberaría de la culpa del pacto con las pandillas, entre otros problemas.