El proceso electoral del 5 de noviembre en EE. UU. ha sido complejo y cargado de incertidumbre, tanto en la batalla presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump; como con la elección de 435 integrantes de la Cámara de Representantes; un tercio del Senado (34 de 100); 11 gobernadores; y cien referéndums sobre diversos temas controversiales como el aborto, económicos, y el estatus de Puerto Rico. Del resultado depende el énfasis de las políticas internacionales de esa potencia y su incidencia en la región. Y por supuesto, el destino del conglomerado de 330 millones de habitantes que pende de la decisión de 240 millones de electores habilitados. El porcentual de participación en las últimas seis elecciones presidenciales (1996-2020) fue: 51.7%; 54.2%; 60.1%; 61.6%; 58.6%; 60.1%; 66.3%.
La elección presidencial en EE. UU. es indirecta. El voto popular no elige la presidencia. En realidad, los electores con su voto eligen a 538 compromisarios que integran el Colegio Electoral. Un organismo temporal de rango constitucional, cuyos integrantes son electos en número diferenciado en cada estado, de acuerdo con el peso parlamentario y a la cantidad de población. El número puede variar cada diez años según el censo de población. El resultado oficial de la elección presidencial se establecerá hasta el 17 de diciembre, fecha en que se reúna el Colegio Electoral y vote, confirmando el resultado presidencial. A lo largo de la historia en cinco ocasiones ganó, quien perdió el voto popular (John Quincy Adams 1824, Rutherford B. Hayes 1876, Benjamin Harrison 1888, George W Bush 2000 y Donald Trump 2016).
A toda nación debe respetársele su sistema electoral, este corresponde a su historia, legalidad y cultura. En este caso, en la sociedad norteamericana se cuestiona la vulnerabilidad del Colegio Electoral en los procesos más recientes de 2016 y 2020, que colocaron en el poder a quien no tuvo la mayoría del voto popular. Estados como California, siendo el más poblado, tiene 54 compromisarios; mientras las Dakotas, Alaska o Vermont solo tienen derecho a 3. En todo caso, el partido que obtiene un voto de ventaja en un Estado, se lleva el total de compromisarios del Colegio Electoral respectivo; y quien alcanza la mayoría, con 270 de 538 compromisarios, obtiene la Presidencia. Cualquier cambio al diseño de este sistema electoral es muy difícil de alcanzar por la complejidad del mecanismo de mayorías para una reforma constitucional.
En ese sistema político electoral son muy consistentes los resortes que impulsan la disputada ventaja para dominar la escena electoral entre Demócratas y Republicanos; pesa su trayectoria, tradiciones, capacidad de organización y propuestas; pero es sobre determinante la recia palanca de financiamiento que apuntala sus campañas; financiamiento que en esta ocasión no tiene precedentes. Mientras la campaña de Harris ronda los 5,000 millones de dólares, en los que destaca el menudeo en la captación. A la campaña de Trump se atribuye una acumulación de 1,400 millones, principalmente provenientes de elites empresariales. Estas cifras astronómicas plantean una influencia desmesurada del dinero en el proceso democrático, que conduce a un desequilibrio en el poder.
Además de los candidatos presidenciales Republicano y Demócrata, cinco candidaturas más han estado en la penumbra financiera y mediática: 1) Jill Stein, doctorada en Harvard, candidata del Partido Verde fundado en 1984; abanderada del medio ambiente, justicia social, derechos civiles, y en contra del apoyo militar a Israel. 2) El candidato independiente Cornel West, filósofo afroamericano, socialista, miembro de los Democratic socialists of America, profesor de Yale; antes apoyó a Obama. 3) Chase Russell Oliver del Partido Libertario fundado en 1971, propone finalizar el apoyo militar a Israel y Ucrania, cerrar las bases militares de EE. UU. en el extranjero, desregular la economía, reducir impuestos. 4-Randall Terry, del Partido de La Constitución fundado en 1992, conservador, mucho más radical que el mismo Trump. 5-El independiente dinástico Robert F. Kennedy, hijo del senador y ex fiscal general Robert F Kennedy, y sobrino de JFK (asesinado), fracasó en el intentó por la nominación del Partido Demócrata; suspendió su candidatura para apoyar a Trump.
El voto latino es una creciente primera minoría de 36 millones de electores (14% del registro), cuya mayor incidencia dependerá de la capacidad de gestionar una agenda común que incluya regularizar el estatus migratorio pendiente y una mayor inclusión social; lo demás vendrá por añadidura.