En 2023, con ocasión del Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza, anunciamos que el Banco Mundial preparaba un diagnóstico de la pobreza en El Salvador, que incluía acciones para combatirla. Un año después, en un nuevo 17 de octubre, estamos en condiciones de compartir las principales conclusiones de este reporte y nuestras propuestas para seguir avanzando.

El primer hallazgo que llama la atención podría parecer contradictorio: en promedio los ingresos de El Salvador están creciendo, pero las cifras oficiales indican que ahora hay más pobres que antes. La proporción de personas en extrema pobreza ya lleva cuatro años consecutivos en aumento. Este deterioro preocupante se da al mismo tiempo que el país alcanza el nivel necesario para ingresar a la categoría de países de ingresos medios altos, según la clasificación del Banco Mundial. El contraste demuestra, una vez más, que los promedios pueden ser engañosos.

El progreso no está llegando a todos los salvadoreños por igual y, para mejorar su situación, los pobres necesitan apoyos. ¿De qué tipo? Un análisis de lo que ha ocurrido con los ingresos de los hogares salvadoreños nos ofrece algunas claves.

Un apoyo necesario

En general, han caído los ingresos, tanto laborales como no laborales.

En primer lugar, los ingresos laborales, que constituyen más del 75% de los ingresos totales de los hogares en El Salvador, han disminuido, especialmente en las áreas rurales.

Aquí, la tendencia más importante es un desplazamiento del empleo de la agricultura a los servicios. Los pobres no se pueden dar el lujo de dejar de trabajar, pero ahora están recibiendo menos por su trabajo, asalariado o independiente. Por tanto, es necesario aumentar la inversión para fomentar el crecimiento y mejorar la calidad de los empleos.

También es preciso apoyar a los trabajadores de hogares pobres y a las mujeres para que puedan acceder a mejores empleos, con estrategias efectivas de intermediación laboral donde se acerque la oferta con la demanda. Además, es fundamental ayudar a estas familias a invertir en su capital humano para mejorar su empleabilidad.

En segundo lugar, los ingresos no laborales, que son muy importantes en El Salvador, vienen registrando una caída, con altibajos, desde la pandemia. En esta categoría se incluyen las remesas que reciben los hogares del extranjero y, también, las que realizan las personas dentro del territorio nacional. Estos recursos son fundamentales para la reducción de la pobreza; sin ellos, esta podría duplicarse, y la pobreza extrema entre los adultos mayores podría triplicarse.

Frente a esta reducción, una de una de las recomendaciones de política pública es la puesta en marcha de una red de protección - o más bien de promoción social para los hogares más pobres. En los tiempos actuales, con el uso de big data para la gestión moderna y transparente, tal red debería ser adaptativa y flexible, de modo que pueda expandirse y contraerse según las necesidades concretas y las dinámicas de los territorios. La promoción social significa adecuar los apoyos a cada segmento del ciclo de vida (un apoyo a los grupos jóvenes seria por supuesto diferente al del adulto mayor en situación de pobreza)con un enfoque de protección e inversión en el capital humano, para la generación de mejores ingresos para las familias.

La caída de los ingresos laborales y no laborales, en términos reales, está fuertemente asociada a la inflación que viene experimentado el país en la pospandemia. Mas aún, el aumento de precios de la canasta de alimentos básicos ha complicado las condiciones de bienestar de los hogares pobres. Esto nos lleva a subrayar también la importancia de las condiciones macroeconómicas y de funcionamiento competitivo de los mercados, especialmente de los alimentos, para combatir la pobreza.

En el reporte, además, subrayamos la necesidad de construir una plataforma institucional clara y sólida para una acción más eficiente, con la cual será posible avanzar hacia metas prioritarias con acciones coordinadas.

Los avances en la reducción de la violencia y las perspectivas macroeconómicas relativamente favorables, sumadas a la mejora registrada en los ingresos, entre otros factores, ofrecen a El Salvador la oportunidad de retomar el ritmo acelerado de reducción de la pobreza que ya tuvo en las dos primeras décadas del siglo. Para lograrlo, será beneficioso orientar los escasos recursos para que lleguen a quienes más los necesitan.

Hemos mencionado la importancia del capital humano, y es esencial resaltar que enfrentamos retos a largo plazo que debemos abordar. Esto implica, especialmente, la necesidad de ofrecer acceso a servicios de calidad, como educación y salud, a las personas más pobres, para asegurar un futuro más prometedor al pueblo salvadoreño. Es el momento de unir esfuerzos y priorizar estas iniciativas, porque juntos podemos construir un país más justo y próspero para las generaciones venideras.

Carine Clert es Gerente país del Banco Mundial para El Salvador y Costa Rica