Esta columna se convierte en una de las más difíciles que he redactado, la comparo cuando escribí sobre las masacres de pandilleros en Mejicanos y San Juan Opico. Doce personas fallecieron en el Estadio Cuscatlán y decenas de heridos, algunos al cierre de la semana anterior con lesiones e incapacidades que podrían dejar secuelas en la denominada “casa del fútbol salvadoreño”, “el mejor estadio de El Salvador y otrora de Centroamérica”, el pasado sábado 20 de mayo del 2023 en horas de la noche.

Durante años en DIARIO EL MUNDO he desarrollado varias columnas desde mi primer año de ser parte de este medio sobre el fútbol salvadoreño, la violencia en los estadios, el comportamiento en masa o manada, la violencia contra la mujer y el machismo en los estadios, el abuso de alcohol en el perímetro y al interior de los mismos, el uso de pólvora y pirotécnicos, la presencia de pandilleros infiltrados en las barras organizadas, las mafias alrededor del fútbol y en los montajes de los eventos, la falta de planificación en los eventos, y sobre todo la ausencia de un plan y estrategia de seguridad por parte del ente rector del fútbol profesional en El Salvador, la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT) que sirva de marco estratégicos y líneas de acción para las tres ligas del futbol profesional. Y en la primera división del fútbol salvadoreño desde que se cambió la modalidad de los campeonatos por torneo clausura y apertura no existe un plan integral de seguridad. Si existe un requisito de inscripción de los equipos que es el de presentar un plan de seguridad que nadie revisa, que solo es eso un requisito, no diseñado por profesionales o expertos en seguridad. Y que la comisión de seguridad de seguridad de la FESFUT nunca ha revisado, señalado observaciones o aprobado.



Escribir columnas en los periódicos impresos y digitales ha sido un aporte público de mi parte, pero he presentado diagnóstico, vulnerabilidades, amenazas con sus respectivas recomendaciones y posibles soluciones desde la seguridad y criminología, tanto a la primera división como a la FESFUT iniciando desde el año 2013. Si tan solo no hubieran ignorado las recomendaciones y propuestas gratuitas que les proporcioné, si tan solo una persona de tantos tomadores de decisión hubiera asumido liderazgo y sensibilidad, la situación hubiera cambiado, sería diferente. Porque un plan y una estrategia define hoja de ruta, protocolos, procedimientos, casos especiales.

El fútbol salvadoreño ha estado siendo dirigido por “ocurrencias” del dirigente que esta de turno, son puestos presidencialistas, y ahora en la FESFUT por personas que no conocen de fútbol, que no son parte de ningún equipo profesional, que carecen de sentido común deportivo, resoluciones incongruentes, que solo lo brinda la vivencia, donde quieren manejar espectáculos masivos con improvisación.

La noble afición deportiva salvadoreña siempre no les ha importado a los dirigentes, solo son vistos como un boleto que dejará ingresos en una taquilla, y que llegará a consumir bebidas, alimentos, parqueo, comprar cualquier distintivo del equipo de sus amores, es decir un negocio. El fútbol es una industria mundial, pero que no exime de brindar seguridad, una mínima seguridad al llegar al recinto deportivo. Los equipos locales son responsables antes, durante y después de la seguridad en el interior y el perímetro del escenario.

Las y los aficionados que fallecieron en el Estadio Cuscatlán y sus familias se convierten en víctimas, que pasadas 72 horas se olvidaron de ellos para continuar con las decisiones deportivas y administrativas. Las víctimas en el país siguen olvidadas, sin apoyo y atención integral. Ya el 7 de marzo del 2004 había fallecido don Jesús Esteban Montano aficionado del Alianza con 40 lesionados en el estadio “Mágico” González, y tampoco fue suficiente el 7 de abril del 2013 con ocho aficionados lesionados y daños en concreto del mismo estadio Cuscatlán. La tragedia se las anticipé y por más de 10 años traté de que entendieran actuando con énfasis en la prevención, fueron ustedes dirigentes del pasado y actuales que no les importan las y los aficionados.