“Denle un primer trago de whisky (alcohol) al recatado caballero o a la distinguida dama y luego descubrirás su verdadera personalidad”, dijo alguna vez el político inglés Winston Churchill, mientras se emborrachaba con aliados, previo a definir una estrategia que les permitiera avanzar contra el enemigo en la segunda guerra mundial.

Se dice que Churchill era un alcohólico empedernido que no cambiaba su personalidad bajo los efectos del alcohol, ya que seguía siendo el mismo diplomático, estadista, político y estratega intelectual. Él sabía cuando retirarse de las discusiones y se encerraba en su despacho hasta que le pasaba lo efectos de la bebida. Cuando discutía con los altos ministros y los aliados siempre lo hizo sin perder la serenidad ni la diplomacia. Apenas sentía que perdía cordura suspendía la discusión y luego se encerraba, a veces a seguir tomando en plan de camaradería ausente de las responsabilidades de Estado.

No todos tienen el mismo privilegio de Churchill, en el sentido de controlar el consumo de alcohol. La mayoría pierden la cordura y la serenidad y se dejan llevar por los efectos y las consecuencias del dios Baco. Generalmente esas consecuencias son desgracias que afectan al ebrio, a segundos y terceros (a la familia y a la sociedad).

Cuando el ebrio viene a recapacitar sobre la gravedad de su conducta ya es demasiado tarde, porque está con una enfermedad incurable, hospitalizado, preso o en el peor de los casos no tiene tiempo para recapacitar porque está muerto. Las personas bajo lo efectos del alcohol son más proclives a producir hechos lamentables como homicidios, violencia, ruptura de las normas de convivencia social y una serie de delitos que conllevan años de cárcel.

La madrugada del domingo 4 del mes en curso, Héctor Alberto López Guerrero, de 44 años de edad, conducía en estado de ebriedad y salió de su carril, matando a dos niños y provocando lesiones graves a un adulto. El hecho ocurrió en la autopista al aeropuerto, en la jurisdicción de Santiago Texacuangos en San Salvador, cuyo Juzgado de Paz le decretó instrucción con detención provisional. López pasara, seguramente, noches de insomnio y arrepentimiento por lo que produjo, mientras que los parientes de los niños fallecidos vivirán toda una vida acongojados por el dolor causados por semejante desgracia. A ello se agrega el pesar de la familia del mismo hechor, que no pasa inadvertida en consecuencias por lo sucedido.

Probablemente si hubiese conducido en estado de sobriedad López Guerrero no se sale de su carril y no mata a los menores. Ahora mismo estuviera en su trabajo y disfrutando a su familia estando en libertad. Por su edad sus hijos deben ser adolescentes que sufren el trauma por lo generado por su padre. Los parientes de los niños muertes y el adulto lesionado seguramente viven preguntándose por qué tuvo que ocurrir esa desgracia y piden justicia. Ellos no quieren saber nada de conductores peligrosos o alcoholizados.

En la zona rural de Metapán, Santa Ana, el jueves 8 de este mes seis jóvenes departían bebidas alcohólicas cuando iniciaron una discusión que llevó a que cinco atacaran con arma blanca y objetos contundentes a uno de ellos, a quien le causaron la muerte. Los homicidas subieron a una camioneta el cadáver y lo fueron a lanzar a la ribera de un río. La Policía Nacional Civil PNC) logró la captura de cuatro de los cinco sospechosos, siendo ellos; Claudia Jazmín Romero Murcia, Ana Luisa García Murcia, Erick Ernesto Alarcón Pedraza y Raúl Antonio Alonso López. Los cuatro jóvenes “amigos” de la víctima serán acusados de homicidio agravado y cada uno, de ser encontrados culpables, pueden ser condenados a 30 años de prisión.

Si los sospechosos hubiesen estado sobrios difícilmente hubieran matado a su “amigo”. Quizás ni siquiera hubieran discutido, pero bajo los efectos del alcohol se envalentonaron y la ceguera que produce la reducción de razonamiento, los llevó a cometer un horrendo crimen. Ninguno pasa de los 30 años de edad y ya están en proceso de perder su vida en libertad. Estoy seguro que todos estánarrepentidos de haber consumido bebidas embriagantes aquel jueves.

Otro caso similar ocurrió el viernes de la semana pasada en Soyapango, donde tres sujetos, bajo los efetos del alcohol, mataron a su “amigo”. Los cuatro “cheros” habían estado consumiendo bebidas en la colonia Las Margarita y desde ahí se fueron en un vehículo a la carretera de Oro porque la víctima iba a sacar dinero de un cajero para comprar más bebidas. Comenzaron una discusión y lo mataron a golpes frente a un cementerio privado, luego dejaron el cadáver en el auto y huyeron a pie. La PNC, en menos de 24 horas logró la captura de los supuestos homicidas Piers Francis García Castillo, Saúl Adalberto Rivas Cornejo y Javier Ernesto Ramírez. Este último fue arrestado cuando pretendía huir hacia Guatemala.

Víctima y victimarios eran vecinos. Sus familias eran conocidos y solían departir en festejos y actividades comunales, pero el alcohol los llevó a sufrir nefastas consecuencias. Unos de luto y otros con sus parientes presos.Es probable que cuando ese viernes comenzaron a departir ninguno de los cuatro pensó en un fin trágico. Ninguno de los tres detenidos imaginó que bajo los efectos del alcohol se mostraría su personalidad agresiva.

Churchill, un bebedor empedernido que junto a los aliados ganó la Segunda Guerra Mundial, tenía razón, después del primer trago es difícil detener los posteriores o controlar la personalidad. Él sabía hacerlo y por si existía peligro de perder el control, siempre tenía colaboradores que le ayudaban en el momento justo y oportuno para detener una decisión o una acción de la cual arrepentirse.

La bebida alcohólica de ninguna manera trae beneficios. Genera desgracias, daños a la salud física y mental, afectaciones negativas a terceros y arrepentimientos que atormentan por el resto de la vida. No todos pueden administrar socialmente la bebida, pues la mayoría, después del primer trago, saca a flote su verdadera personalidad y las desgracias del alcoholismo.