El papel de las mujeres en la vida y obra de nuestro glorioso Señor Jesucristo, fue determinante, ya que no solo proveyeron recursos para el desarrollo de su ministerio, sino que le acompañaron hasta la tumba vacía. Recordemos que, en ese tiempo, las mujeres eran consideradas de poco valor: algunos hombres judíos agradecían a Dios porque no eran esclavos, ni gentiles, ni tampoco nacieron siendo mujeres. Las griegos y romanos trataban mal a las mujeres, al grado que un hombre se casaba únicamente para tener hijos legítimos que heredaran sus posesiones, y tenía concubinas para sus propios placeres.

Bajo ese contexto despectivo hacia las mujeres, el Señor Jesucristo rompe el esquema religioso y le otorgo sanidad a una mujer que tenia un espíritu de enfermedad que le había provocado por 18 años que su cuerpo estuviera encorvado, y la llama hija de Abraham (Lucas. 13:16). Indudablemente las mujeres de aquel entonces, tuvieron que haber celebrado al escuchar que, en Jesús, son hijas de Dios, por lo tanto, tienen igual valor que los hombres. El mensaje de hoy para las mujeres de todas las naciones sigue siendo el mismo: todos, mujeres y hombres, somos uno en el Señor Jesucristo.

El evangelio según Lucas nos presenta varias mujeres ante la tumba vacía del Señor. "entre ellas estaban María Magdalena, Juana y María la madre de Santiago," así como otras sin nombre "que las acompañaban" (Lucas 24:10). Lucas reporta claramente la experiencia de las mujeres: "Pero al amanecer del primer día de la semana, tomaron las especies que habían preparado y acudieron a la tumba. Encontraron la piedra separada del sepulcro. Pero, cuando entraron, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Cuando estaban sorprendidas sobre esto, he aquí que dos hombres en vestiduras brillantes se les aparecieron.

Ellas estaban aterrorizadas e inclinaron sus rostros hacia el suelo. Ellos les dijeron: "¿Por qué buscan a quien está vivo entre los muertos? No está aquí, sino que ha resucitado. Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: que el Hijo del Hombre había de ser entregado a los pecadores y ser crucificado, y resucitar al tercer día" (24,1-7). De manera que estas mujeres encarnaron los valores del Señor Jesucristo en lo mas profundo de su alma. También eran benefactoras y entregaban sumas sustanciales de dinero y grandes propiedades, para ayudar a los pobres, los enfermos y los necesitados.

Siguiendo el mandato del Señor Jesucristo de que “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

De manera que el ayudar a los más necesitados, como el proveer alimento al hambriento, visitar a los enfermos y encarcelados, ayudar a los huérfanos, asistir a las viudas, y no olvidar a los extranjeros, era y es un servicio directo a Cristo mismo. De modo que las mujeres han jugado un papel extraordinario a través de la historia, por lo tanto, no debemos menospreciar sus aportes y habilidad ya que han contribuido a tener un mejor planeta.

Ahora bien, no podemos juzgar por unas cuantas malas mujeres al resto de ellas y viceversa, lo cierto es que Dios las diseño con algunas habilidades superiores a los hombres, por ejemplo, el umbral del dolor de una mujer es mayor que la de los hombres y esto se debe a que ellas pueden dar a luz, según lo relatan ciertos científicos a la hora del parto el dolor es tan grande como los 20 huesos rotos. Son multifacéticas, pueden concentrarse y hacer varias cosas a la vez, sus manos y sus brazos son tan suaves como para dar una caricia, pero son tan poderosos como para arrullar a sus hijos por largas horas.

Así que la próxima vez que un hombre intente golpear a una mujer, recuerda que puede ser tu hija en el futuro, tu hermana o tu madre, que podría sufrir el abuso de un hombre que no tiene la conciencia del respeto. Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias.Le da ella bien y no mal, Todos los días de su vida. Busca lana y lino, Y con voluntad trabaja con sus manos. (Proverbios 31:10-13)