Las micro y pequeñas empresas (MYPE) suelen comenzar como personas naturales, operando fuera de los controles administrativos, sin llevar una contabilidad formal ni tributar directamente al Estado. Esta realidad ha fomentado la percepción errónea de considerárseles sinónimos del sector informal. De manera simplista, suelen ser vistas como un grupo homogéneo de individuos o negocios que se dedican a la comercialización de bienes, a menudo instalándose de manera temporal en espacios públicos como plazas, parques, carreteras, semáforos o paradas de autobuses. Algunos, desplazándose en vehículos motorizados, anuncian sus productos mediante bocinas en diversas comunidades, mientras que otros, llevando productos en la cabeza o en los hombros, realizan visitas casa por casa o utilizan el transporte colectivo para vender frutas y verduras.

Debido a esta percepción, las MYPE son frecuentemente acusadas de realizar transacciones sin emitir facturas de IVA, de no pagar impuestos sobre sus ingresos y de no realizar las cotizaciones correspondientes al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) o a las Administradoras de Fondos para Pensiones (AFP). Esta visión las posiciona como un obstáculo para el progreso social y económico, ya que se les considera principales evasoras de impuestos y se asume que sus trabajadores carecen de protección social y de los derechos laborales reconocidos internacionalmente.

No obstante, una de las principales características de las MYPE es su gran diversidad y heterogeneidad. Un estudio realizado por FLACSO y el Observatorio MYPE de FUSAI para el informe El estado de la MYPE 2024: la otra cara de la economía reveló que alrededor de un tercio de las MYPE en El Salvador ya son formales o semiformales, emitiendo facturas de IVA y realizando cotizaciones al ISSS o a las AFP. Además, entre aquellas que siguen en la informalidad, el 40% señala que no se formalizan debido al desconocimiento de los requisitos o porque estos son demasiado numerosos y costosos. El resto considera que sus ingresos son insuficientes para cumplir con tales obligaciones o que los costos de acceso a los servicios del ISSS y AFP son muy elevados.

Otro dato clave que arrojó la investigación es que, para la mayoría de los micro y pequeños empresarios del sector informal, la formalización está más vinculada con el reconocimiento legal de sus actividades por parte del Estado, que con la emisión de facturas de IVA o la afiliación a redes de seguridad social. Tanto es así, que cuando se les preguntó cuánto estarían dispuestos a pagar por ser reconocidos formalmente y acceder a programas de seguridad social parcialmente subsidiados, el promedio de respuestas fue del 7% de sus ganancias para el primer caso y del 5.7% para el segundo.

Por otro lado, la gran mayoría considera la formalización de su negocio como un paso positivo, señalando como principales beneficios el "acceso a servicios financieros en mejores condiciones" y la "tranquilidad de cumplir con la ley".

Un dato revelador adicional que destaca en la investigación es que, al ser consultados si aceptarían un empleo formal con ingresos equivalentes a los que obtienen de su negocio, seis de cada diez micro y pequeños empresarios respondieron que no. Esto evidencia un fuerte compromiso con sus emprendimientos y una clara preferencia por seguir luchando para sacar adelante sus propios negocios.

Si a estos hallazgos se suma que las MYPE representan el 99% de las empresas del país, generan empleo para más de dos tercios de la población económicamente activa, aportan más del 40% del PIB, son el sector que mejor aprovecha las remesas y juegan un papel clave en la contención de la migración irregular, queda claro que, lejos de ser el lado oscuro, son el motor más importante de la economía nacional.

De esto se concluye que el mayor reto de las MYPE radica en su falta de visibilidad y en la escasa atención que han recibido en términos de investigación. Este sector, muchas veces injustamente estigmatizado, sigue siendo mal comprendido y, por ende, se le ha subestimado en su capacidad de impulsar cambios profundos. Sin embargo, al descubrir su verdadero potencial, no solo se transformará la percepción sobre su relevancia, sino que ocuparán el lugar que les corresponde en las políticas públicas. Con el respaldo adecuado y estrategias bien enfocadas, las MYPE pueden ser el motor que impulse el desarrollo económico y social de El Salvador. El futuro del país depende de ellas.

William Pleites es director del Programa FLACSO-El Salvador