Cincuenta y cinco días del régimen de excepción en El Salvador le han permitido a la sociedad salvadoreña que se ha mantenido indiferente e insensible a la compleja problemática de las pandillas en nuestro país darse cuenta de sus alcances en la sociedad, hasta dónde llegan sus tentáculos, sus negocios, sus actividades ilícitas y más; lastimosamente persiste una mayoría que no le interesa el tema, ni lo que suceda en el país. Es suficiente con observar la vida nocturna en el gran San Salvador y las principales ciudades del país, todo continúa igual, los bares, discotecas, centros de ocio, restaurantes, centros comerciales, almacenes, negocios en internet, fiestas, actividades sociales, consumo y más.

En diferentes medios de comunicación continúa un grupo minoritario estableciendo y tratando de influir en el imaginario colectivo que las pandillas son personas marginadas, excluidas, pobres, que no han tenido acceso a servicios básicos, y otras; no se quiere aceptar y reconocer que en mayo del 2022 son verdaderas sociedades criminales, que cumplen la mayoría de las características para ser consideradas crimen organizado como: su principal objetivo es incrementar sus altas ganancias ilícitas, tienen un orden y organización jerárquica definida, actúan continuamente en el tiempo, utilizan la fuerza y el terror para someter, proveen bienes y servicios ilícitos, entre las principales.

El régimen de excepción ha permitido que la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada puedan desarrollar operativos mediante incursiones a nivel nacional, y con la limitación de algunas garantías constitucionales capturas cabecillas, corredores de programas, palabreros y verdaderos criminales que dirigían y ordenaban quien vive y quien muere en El Salvador, por no pagar una extorsión, por no abandonar un territorio, por no aceptar que el jefe de la clicla o tribu quiere a una señorita para saciar sus instintos sexuales, o simplemente por una lógica estúpida y perversa, o porque ese día tenía una intoxicación alcohólica o de drogas y así ordeno el homeboy, más del 70% de los capturados ya están judicializados.

Desde una colonia con portones, seguridad privada, si es posible con pluma automatizadas, los muros perimetrales con cerco electrificado, con dos o más vehículos fuera de la casa, es fácil y es otra óptica, no se puede comprender, jamás habrá empatía por el menos favorecido, por el que ha estado sometido a las tonterías, caprichos, absurdos de los pandilleros y pandilleras.

El jueves anterior una persona se me acercó, me dijo que era ingeniero de profesión, que vivía en una comunidad de la zona oriente de la capital, y que ya no tenía que hacerle el bendito y reverencia al pandillero al salir o entrar de esa comunidad de la mano de su hijo de cinco años cuando lo lleva al kínder, y así más historias de personas que no conozco me paran en la calle, y comparten sus historias del drama humano que ha significado doblegarse y vivir sometidos ante el crimen organizado en El Salvador.

Estimado lector si usted decide creer y apoyar los que consideran que los pandilleros criminales son jóvenes marginados y excluidos lo respeto, no lo comparto, para mí y fundamentado en mis estudios y formación especializada de más de 25 años son crimen organizado, por lo tanto, las posibles soluciones pasan por atacar y debilitar sus formas de: reclutamiento, armamento, finanzas, logística, y la cultura de la vida fácil que es un estilo de vida.