El presidente Bukele ha entrado en la segunda parte de su periodo, ha tenido el tiempo y el poder para cumplir con lo prometido como candidato y si no lo ha logrado es casi imposible que, en los meses que le quedan, pueda hacerlo. Su propuesta, ofreciendo una nueva forma de gobernar, presenta un contenido sumamente vago, y nada tiene que ver con lo que ofreció a los votantes en el Plan Cuscatlán, que solo le fue útil en la campaña, pero que fue engavetado por el mandatario al ganar la presidencia.
Por lo general, cuando el gobernante dobla la esquina de su periodo, se pueden definir con claridad las prioridades que el gobierno tiene y contrastarlas con las propuestas que como candidato propuso. Es decir, evaluarlo. Este artículo considera el primer tema del plan, bajo el título de “Rediseño del Órgano Ejecutivo”, considerándolo como “Una de las tareas prioritarias” de su gobierno mediante su “transformación, modernización y fortalecimiento de las instituciones existentes”.
Efectivamente esta es una de las tareas más evidentes y el gobierno ha establecido un nuevo tipo de Órgano Ejecutivo, que se caracteriza por una total concentración del poder a manos de Casa Presidencial convirtiendo a ministros y presidentes de autónomas en simples ejecutores de lo que el Presidente quiere y como lo quiere; el “nuevo” sistema de mandos se logra mediante un conjunto de publicistas venezolanos que operan como guardianes de los mandatos presidenciales en cada ministerio y ente autónomo, se han convertido en el vehículo para someter a aprobación de Casa Presidencial cualquier iniciativa del funcionario y manejan lo que el funcionario debe decir en público;
Este “Rediseño del Órgano Ejecutivo” al establecer un tercer actor entre el presidente y sus ministros cuya orientación es la propaganda y no la gobernanza y que desconocen la sociedad salvadoreña, no solo rompe con la estructura constitucional del Órgano Elocutivo, pues anula o hace irrelevante el papel del Consejo de Ministros (Art.166 Cn.), sino que impide a estos funcionarios ejecutar el importante papel de discutir, conjuntamente y con el presidente el desarrollo de la gobernanza ejecutiva, así mismo, aísla al presidente y lo deja a meced de un reducido grupo que suelen actuar más como sicofantes y que son incapaces de proporcionar la masa crítica necesaria para ver los pro y contra de las decisiones; en el actual gobierno, sus altos funcionarios más parecen mandaderos de Casa presidencial que ministros o presidentes de autónomas.
Al centralismo del ejecutivo, se ha aparejado la volatilidad de los ministros; los cambios ministeriales en este medio periodo son ya, más del doble de los hechos por cualquiera de los presidentes de los últimos 30 años. La caracterización de esta “nueva institucionalidad, con énfasis en la probidad, eficiencia, eficacia, transparencia y profesionalismo” que ofreció, entra en contradicción con la realidad de su gobierno, pues si algo le ha faltado es probidad, como lo demuestran los 12 casos de fraudes que la SIGIES encontró con los dineros destinados para combatir la pandemia y que descubren la corrupción en los altos niveles del gobierno; en vez de transparencia, lo que tenemos es el gobierno más oscuro de la posguerra que recurre a leyes para encubrirla; inutiliza los instrumentos que se habían logrado en la últimas décadas para abrir transparencia en el gobierno; y se embarca en un acoso a los medios de comunicación y organizaciones civiles que combaten la corrupción.
En cuanto al profesionalismo que prometía, el desempeño del actual gobierno ha significado un grave retroceso, pues el sector público cada vez más deja de lucir capacidad y honradez, para convertirse en ciega lealtad y servilismo al gobernante.
La oferta electoral del candidato Bukele afirmaba que: “La falta de un plan nacional ha sido la principal falencia histórica en la conducción del país” y prometía que “...es el reto que el nuevo gobierno estará asumiendo”; al menos los antiguos gobiernos armaban su “plan Nacional” y mostraron algunos niveles de cumplimiento y de participación de la sociedad civil, con el actual gobierno no hemos visto ningún intento de formularlo; al contrario, se conocen pronunciamientos del Presidente que eso no sirve para nada y que su gobierno se orienta por las encuestas de opinión pública.
En los primeros meses de su gobierno un pequeño grupo de ministros trató de formular un plan, sin embargo, los delegados venezolanos los llamaron al orden y lo tuvieron que dejar. Si en su Plan Cuscatlán afirmó que la falta de un plan nacional “era la principal falencia histórica en la conducción del país”, no hay duda que el gobierno del presidente Bukele va a pasar a la historia como el gobierno que más ha cometido esta “falencia”. A no ser que esté pensando hacerlo en su segundo periodo presidencial, que la usurpadora Sala de lo Constitucional y los cuatro miembros del Tribunal Supremo Electoral le están ofreciendo, pisoteando el espíritu y la letra de nuestra Constitución.
