El control del poder político demanda subterfugios como estrategias para que los amarres del poder se encuadren en la dinámica habitual de las relaciones de poder. Las sospechas siempre rondan al poder, las dudas surgen, unas se confirman y otras no, los mecanismos de control se agudizan y en ocasiones la silla presidencial se cimienta y en otras se tambalea.

Las recomposiciones políticas traen siempre entre bambalinas inquietudes, inconformidades y desajustes por la razón que los intereses se sienten amenazados y no se sabe el resultado final. Los políticos resoplan cuando tienen que enfrentarse a la realidad en la cual actúan traidores y enemigos voraces, ante estas circunstancias debe acudir al pensamiento político y a la experiencia para descubrir el ABC de lo que significa gobernar.

¿Quién define el rumbo para establecer los amarres del poder? El que manda en los asuntos de Estado, el que ejerce el mando político, el que genera hegemonía en los bloques en el poder. Es por ello que la mesa intima del poder no puede carecer de una pata; porque entonces los amarres políticos se sueltan y tal situación provoca antagonismos y crisis, por consiguiente, el poder político no se puede delegar, ni tampoco soltar mientras existan posibilidades de continuar.

El nucleamiento orgánico del poder debe de robustecerse mediante estrategias especificas para golpear a los rivales desde distintos flancos a la vez y de tomar todas las decisiones en el mismo sentido, encerrado en un núcleo de cuadros que construyen la nueva política. Los amarres del poder deben ser apoyados sin fisuras, ni dobleces, esto es sin lugar a dudas la única manera de respetar y sostener el amarre de asuntos políticos y por consiguiente evitar episodios desagradables, todo ello es una clave del poder que se consideran inevitables en el estado de cosas y que de esta manera se debe aceptar.

Lo sorprendente del caso es que las estructuras del poder, en ciertas ocasiones se aplican con todo su peso a los mismos políticos que las han construido, pero así funciona el poder y esa es su dinámica y así son de la opinión viejos políticos en el manejo de las intrigas, opinan que en los encuadres de la dinámica de las relaciones del poder no se conocen en su verdadera esencia los amarres políticos, puesto que se ubican en la esfera de los oculto; es por ello que son tratados con desconfianza, pero que con toda incógnita pertenecen a la gobernanza. Así pues, un político no debe de ser permeable a las presiones que surgen de la jerga política, así como dice el dicho “No dejarse asustar con el petate del muerto”.

Los amarres del poder no son simbólicos, por el contrario, personifican los nexos políticos de primer nivel, y que a la vez articulan los intereses que tiran en dirección opuesta, de tal manera que la práctica política conduce al gobierno a la visión del funcionamiento gubernamental en lo que respecta la concatenación de intereses que es lo que hace posible que “el cuello de botella” se destape y visualice al poder desde el poder mismo. Los contactos habituales entre los actores políticos traslapan influencia política por la íntima relación entre ellos y esto genera la realidad en su verdadera dimensión, incluso en algún momento los hechos no logran la importancia que alcanzan las interpretaciones, el surgimiento de la discusión política por la razón de estado, vías alternativas consensuadas para implementar los proyectos políticos.

Del mismo modo, entran los amarres del poder y despliegan influencias haciendo referencia a las articulaciones de intereses. Los amarres del poder conllevan en sí mismos la estructura diaria de la realidad de los hechos, que generan el sentido y las interpretaciones de las variables del poder, el ciudadano promedio desconfía del poder, no sabe cómo se juega un “as en la manga” generalmente el de Bastos como por ejemplo tender puentes para los opositores, recomponer las relaciones con los grupos de poder y manejar los bemoles como cuestiones de estado. En términos estrictamente políticos, los hacedores ocultos de acuerdos que buscan un fin estratégico, el cual es el control del poder, deben funcionar como “barajas nuevas” que sepan saltar a las grandes ligas del poder.