El lugar más inseguro para las mujeres en El Salvador irónicamente es su propia casa, más del 70% de las mujeres son víctimas de violencia psicológica, y otro grupo de violencia física o sexual, pero nadie lo quiere reconocer en nuestro país. Al salir de su casa el transporte público de pasajeros es el lugar donde las niñas, adolescentes y mujeres enfrentan violencia, les espera como el espacio de mayor riesgo para ser víctimas de diferentes tipologías delictivas, le sigue en el orden la parada de buses.

Los estadios de fútbol en El Salvador son la continuidad de la violencia contra la mujer que experimentan a diario en nuestra sociedad, sirven y son utilizados para la formación del imaginario social y de la conducta colectiva humana y su simbología. Durante muchos años al estudiar la cultura machista y patriarcal he podido comprender que en los estadios en nuestro país es un espacio donde la percepción, frases, discursos y prácticas se configuran para producir un imaginario hegemónico y patriarcal.

Los valores o consignas del fútbol en los estadios siempre han sido al menos desde 1978 que asisto a los graderíos, definir lo masculino, entre las principales: que es para heterosexuales, fuerza, potencia, resistencia física, autoridad, superioridad, músculos, golpes, culto al cuerpo, patadas y más. Esto es parte del proceso de la identidad masculina, y sobre todo cuando no hemos tenido un padre o adulto significativo que nos afirme nuestra identidad desde la primera infancia.

A estas características debo agregar el espacio para las barras organizadas o grupos de animación como algunos dirigentes de fútbol les denominan, que han sido infiltradas por delincuentes y pandilleros que en sus casas son verdaderos machos, maltratadores de mujeres y llegan a los estadios a extender esta violencia en grupo. Las barras es el espacio de graduación donde se afirma el machismo en los estadios. Las barras practican el machismo y lo privilegian, sus frases, cánticos, gritos están repletas de simbolismo y ataques a la identidad de la mujer y de lo que según ellos es ser hombre, sino cumples mandatos machistas te ganas frases, silbidos, insultos, bolsas con orines, agua, y más de alguno podrá pegarte un par de patadas con el aval y aplaudo de todo el estadio, los que menos apoyen solo aprobarán con alguna sonrisa.

Las barras definen y establecen la división entre los que son amigos y los enemigos, quien es hombre y quien no, el evento no solo es lo que ocurre en la cancha, es lo que sucede antes y después, y sobre todo invisibilizar y desvalorizar al máximo todo lo que sea femenino, a no ser lo que defina el grupo como de tipo objeto sexual. Para ser parte de esta barra no importa tu clase social, lo que si se debe respetar son los mandatos y prohibiciones establecidos que generan identidad entre ellos mismos. Se vende la idea que son “familia” y esa historia ya la conocemos en El Salvador por medio de la proliferación de las pandillas, así ganaron miles de adeptos.

El irrespeto y maltrato hacia la mujer en los estadios, la violencia, intolerancia, consumo excesivo de alcohol, falta de respeto a normas mínimas de conducta no deben de extrañarnos, es la extensión de lo que vivimos a diario en la sociedad replicado en los estadios. Es indispensable erradicar el machismo y cultura patriarcal de la sociedad, renunciar a la venganza, procesos de educación desde la primera infancia en procesos de nuevas masculinidades y hacer cumplir la ley en los escenarios deportivos.