Ser pandillero en El Salvador no es solo ser parte de bandas de criminales, asesinos, que desaparecen personas asesinadas, violadores de niñas, adolescentes y mujeres, extorsionistas, sicarios, ladrones, y otros, que forman parte de su carta criminal de presentación, es un estilo de vida, por supuesto dedicados a crímenes y delitos; si hay un grupo de mujeres y hombres que han desarrollado un festival del buen vivir han sido los y las pandilleras, todo producto de generar luto, dolor, daños, pérdidas a la sociedad salvadoreña.

Estas generaciones de pandilleros y pandilleras en El Salvador aprendieron a obedecer a sus cabecillas, jefes y palabreros, quienes reciben y se quedan con un mayoritario ingreso económico y a sus bases los hacen que vivan con ingresos de subsistencia en la mayoría de los casos, por supuesto no faltan los oportunistas y vivianes que se cansan de vivir de las limosnas que les permiten sus jefes y mandos, algunos extorsionan, cometen delitos sin reportar esos ingresos, mientras no los descubran podrán beneficiarse si los descubren pagarán con la muerte.

Los mandos de estas estructuras desde la década anterior acumulan tanto dinero producto de sus operaciones criminales como extorsiones, narcomenudeo y venta de marihuana, lavado de dinero por medio de negocios fachadas que le quitaron a los micros y pequeños empresarios, además que los expulsaron de las comunidades, una cantidad de dinero como nunca lo pensaron, incluso ni sus jefes del crimen organizado. Por lo que además de comprar negocios que les han permitido camuflajear que son pandilleros o por medio de prestanombres o pagándoles por ser el rostro visible, hacer compras de camiones, grúas, pipas, taxis piratas, moteles, cervecerías, y otros negocios, derrochan el dinero el lujo, vicios, excesos de todo tipo, armas, vehículos, ropa, y otros.

Ahora viven en zonas de clase alta y media, donde existen plumas electrónicas, tarjetas de acceso para ingresar, seguridad privada, video vigilancia, comprando esas viviendas o alquilando a precios completamente fuera del mercado, algunos corredores de bienes y raíces como los propietarios piensan que están haciendo los negocios de su vida porque incluso pueden llegar a ofrecer que pagarán uno o dos años de alquiler, más el depósito, más una comisión extra para el que logró ubicar esa residencia o mansión en zona exclusiva.

Es tanto el nivel de indiferencia y de falta de una verdadera comunidad como convivencia en zonas exclusivas que los mismos vecinos observan movimientos sospechosos, detalles que llaman la atención y nadie denuncia. Las mismas vigilancias de esas residenciales es inaudito que no reporten el ingreso de diferentes servicios de alimentación y otros para grupos considerables de personas, sin recibir visitas. Si nos basamos en vehículos no hay problema, la pandilla tiene estacionados carros de lujo, modelos recientes, que permiten mostrar un estilo de vida como sus vecinos. Las cuotas de mantenimiento y administración de esos complejos tampoco es problema ellos pueden pagarlas por anticipado.

La búsqueda, localización y captura de jefes, cabecillas, palabreros y financistas debe continuar en mansiones, residenciales del gran San Salvador y cabeceras, complejos y torres de apartamentos, ranchos de lujo en la playa, casas de montaña y en los lagos, hoteles, moteles, hospedajes, Airbnb, el dinero para pagar y derrocharlo no es el problema. Estimados lectores la denuncia, colaboración y participación ciudadana es indispensable si queremos transformar nuestra sociedad, y establecer las bases de un primer modelo de seguridad ciudadana y convivencia.