No importa el tipo de escuela, sea rural o urbana, lo importante es la esencia, el amor que le impregnen los docentes en su faena. En este escrito no hay estadísticas, tablas o números de quién enseña más. Lo que acá se lee es el proceso enseñanza-aprendizaje que se realiza en cada escuela, colegio o universidad.

No nos podemos quejar por las condiciones maestros, recordemos que miles de profesores cruzaron ríos y montañas para llevar el pan del saber. Miles de profesores vieron amaneceres y el sol guardarse en esa remota montaña. El maestro se sintió satisfecho al ver la sonrisa de cada niño, la cual era sinónimo de prosperidad cuando marchaban hacía sus hogares. Por doquier, y no importa las circunstancias de cómo es el proceso enseñanza-aprendizaje, la educación transforma al ser humano.

Algunos docentes serán referentes para ser vistos como guía se en la sociedad, otros serán vistos como personas que ejercieron la docencia sin responsabilidad. Los docentes deben de ser el que dedica su vida para formar a los que un día dirigirán el porvenir del país.

La escuela que anhelamos está llena de alegría, de deseos de aprender, no importa lo paupérrimo que esté la escuela, recordemos que los gobiernos, parafraseando a Roque Dalton, “talquean” a algunas escuelas, las pintan y las ponen bonitas; sin embargo, quedan miles de escuelas abandonadas. En esas quejas históricas siempre están los maestros empujando el barco, en el cual llevan a sus alumnos. Lo importante es cuando el docente deja la semilla del saber en cada alumno, no importa la infraestructura de esa casa del saber.

El docente comprometido con la enseñanza logrará inculcar valores, podrá enseñar lo que sabe. El maestro es y será siempre la insignia principal que todo país necesita para que los niños y jóvenes aprendan.

No importa maestro, si te vas a la tumba con o sin medallas, lo importante es que en esos 30 o 40 años de enseñanza dejaste huellas. Lo importante es que fuiste paciencia, enseñaste con convicción. Lo importante es que las futuras generaciones siempre te recordarán. Esas generaciones de discentes que serán los que guían a un país.

La escuela que anhelamos está impregnada de maestros que llegaron jóvenes con la misión de dejar un excelente legado. Los años pasaron y el maestro sabe que están comprometidos a dejar un legado en cada estudiante.

Los maestros son la razón de ser del desarrollo de un país, en ellos está depositada la confianza del Estado y de los padres de familia. Sin maestros nadie pudiera ser guiado por el bien del saber.

He observado en mi vida de docente universitario a cientos de padres de familia que llevan de sus manos a sus hijos. Esa universidad será la última etapa de la vida para culminar una carrera. Tanto padres e hijos llevan ilusiones y sueños. Cada estudiante será el arquitecto de su propio destino.

Los maestros que anhelamos están siempre en constante aprendizaje, nos aconsejan, nos hacen leer las mejores historias, nos brindan a través de la didáctica un sinfín de aprendizajes. Los maestros que anhelamos también estarán prestos para escucharnos. Recordemos que una de las metas de los profesores es vencer la ignorancia y fortalecer el espíritu.

Los maestros siempre deben trabajar para tener a una escuela transformadora de estudiantes pensantes, comprometidos con su familia y la sociedad. Los maestros deben ser luz y alumbrar el camino sin importar raza, cultura, posición social y económica.

En el día del maestro nadie puede quedar sin felicitarse, recordemos que un día juraron cuando se graduaron que serían éticos, comprometidos con su labor. Felicidades a todos los maestros que enseñaron en las aulas, debajo de un árbol o en los hogares.

Fidel López Eguizábal es docente investigador Universidad Francisco Gavidia
flopez@ufg.edu.sv