The Proud Boys o los muchachos orgullosos como lo pudiéramos traducir del inglés, constituyen un organización un tanto difusa con unas características muy repetidas en el imaginario estadounidense en jóvenes un tanto disfuncionales o inadaptados como se también se les califica, relacionados con la ciudad de Nueva York.

Lo más cercano a esa descripción, para la generación actuante de los icónicos años 60, es el filme musical West Side Story estrenada en 1961 dirigida por Robert Wise con música de Leonard Bernstein y protagonizada por la bellísima Natalie Wood (hoy fallecida), Rita Moreno, George Chakiris, Richard Beymer y un numeroso electo, que narra la vida cotidiana de los jóvenes puertorriqueños y estadounidenses blancos, enfrentados por control de territorios semi marginales de Nueva York. Este filme logró 9 nominaciones al Oscar y obtuvo 10 de ellos; y es considerada como patrimonio fílmico cultural por la Biblioteca del Congreso.

Hay una versión más reciente (2021) dirigida por Steven Spielberg que tuvo un relativo éxito, pero sin el impacto de los 60. Viene al caso porque igualmente una organización nacida en los barrios de Nueva York, pero sin historia de amor, los Proud Boys, irrumpió en la escena nacional el 6 de enero de 2021 en la toma violenta del Congreso de los Estados Unidos, donde hubo destrucción de instalaciones, robo de documentos, violencia verbal y asesinatos de personal de seguridad. Su intención era desconocer la investidura del candidato ganador en la contienda electoral, Joe Biden del Partido Demócrata, y declarar ganador a Donald Trump.

No es nuestra intención recrear aquellos hechos históricos ya, que lograron por primera vez hacer tambalear las instituciones constitucionales del país, y el orden legal mismo que le da sustento y razón de existir a la nación del norte. No lograron los objetivos en esa oportunidad, pero sí exteriorizó y visualizó la profunda división existente entre sus ciudadanos, más peligrosa aún, que aquella que originó el desencadenamiento de la Guerra Civil de 1861.

Al inicio, sus fundadores eran jóvenes blancos, ultranacionalistas, defensores del libre porte de armas, antifeministas, partidarios del cierre de las fronteras, con marcada tendencia a la violencia, partidarios del supremacismo blanco e islamofóbicos. Se agrupaban y se reagrupaban constantemente, pero ya eran considerados como “sujetos de interés”, por parte del FBI. Así que dando tumbos, buscando una organicidad nacional, la consiguieron el 6 de enero del 2021. Ya dejaron de asumirse como supremacistas blancos y encontraron un nuevo y desconocido líder que se tornó conocido en esa irracional toma del Capitolio para reponer en la presidencia a Donald Trump, quien alguna vez preguntado sobre actos de violencia cometidos por este grupo, les llamó la atención, pero les dejó el siguiente mensaje: “Proud Boys retrocedan y esperen. Pero les diré que, les diré que, alguien tiene que hacer algo”.

Pasado el estupor y el desconcierto general de las instituciones jurídicas, la ciudadanía y el propio gobierno, la Fiscalía inició una investigación contra los asaltantes del Capitolio Nacional, que no solo hizo tambalear a la nación sino a la comunidad internacional por aquellos hechos de violencia más propios de las llamadas “repúblicas bananeras” y de los emergentes países africanos, que de la cuna de la democracia moderna y de la constitución escrita.

En la actualidad, a pesar de la profunda división del país, de la ciudadanía, muy lejos de aquella imagen que teníamos de una nación con objetivos nacionales por encima de los grupales o particulares, se observa el atrincheramiento conceptual, de posiciones políticas y morales; las más de las veces emotivas y no racionales que conducen al rechazo y exclusión del otro. En todos los campos, aún en el religioso. Quizá por temor a lo desconocido, quizá por cambio epocal no interiorizado, o por la simpleza que ha conllevado la masificación y superficialidad de los medios de comunicación, denominados redes sociales.

Los juicios y sentencias producidas por jueces locales y federales, nos permiten pensar que la racionalidad y la vuelta a la seguridad institucional retoma su curso. Ocho juicios por diversos motivos se han incoado contra el expresidente Trump, dos de ellos de extrema gravedad por conspirar contra el ordenamiento legal nacional, y otros contra ciudadanos que tomaron por la fuerza la sede del Capitolio,entre los cuales se encuentran dos dirigentes de los Proud Boys, uno condenado a 17 años y otro, Enrique Terrios, a 22 años de prisión, este último un ciudadano de origen cubano, mulato, que cambió su nombre por Harry, por vergüenza de su nombre hispano, y ha sido uno de los más violento del grupo, incluso con antecedentes policiales graves en el pasado.