La Universidad de El Salvador jugó un rol protagónico en lo que hemos dado en llamar, la ruptura del tabú sobre el problema agrario en El Salvador. Si bien la cristalización de esa ruptura recién se dio al calor de la Guerra con Honduras (1969), ya en 1959 y 1960 la UES publicó dos artículos en su revista La Universidad. El primero fue un pequeño artículo llamado Reforma Agraria y Desarrollo Económico de Edmundo Flores, doctor en economía de la Universidad de Wisconsin. Flores señalaba que en los países desarrollados la justicia social podía lograrse a través de métodos impositivos, nacionalizaciones, control de precios o subsidios a ciertas actividades; mientras que en los países subdesarrollados cuya principal fuente de riqueza era la agricultura “la propiedad de la tierra sirve de base para la distribución del ingreso”. Pero la reforma agraria solo sería “el primer paso en un proceso efectivo de desarrollo económico”. Flores tenía un claro sesgo economicista a la hora de pensar el problema agrario y, desde su óptica, el desarrollo económico era el argumento que justificaba y motorizaba la reforma. La publicación de su artículo muestra ya la preocupación por el tema de las élites intelectuales salvadoreñas y el tono que -poco a poco- teñiría el debate en los años consecutivos.

Al año siguiente, La Universidad publicó un artículo de Luis Heysen, dirigente del APRA peruano quien se había exiliado en Argentina y realizado su doctorado en la Universidad de la Plata, especialista en cuestiones agrarias. El artículo de Heysen, Dimensión de lo regional en las reformas agrarias, reproducía su exposición en el marco del segundo seminario latinoamericano sobre problemas de la tierra dictado en Montevideo en diciembre de 1959. Heysen señalaba la creciente interdependencia de los países de la región y la necesidad de la adaptación de la reforma agraria a las necesidades de cada país y enfatizaba en el rol que debían cumplir las élites en el estudio de la formación de cada país, observando las particularidades regionales.

Sin embargo, fueron las monografías de Abelardo Torres y Rafael Menjívar los textos que, si bien no hablan específicamente de la reforma agraria, cimentaron el piso sobre el que se construiría luego el debate. El Instituto de Estudios Económicos de la Facultad de Economía de la Universidad de El Salvador publicó en 1961 la monografía del Dr. Abelardo Torres, denominada “Tierras y Colonización: régimen de tenencia de la tierra y condiciones de trabajo agrícola en El Salvador”. El trabajo de Torres fue el primer escrito sistemático que recogió la experiencia de los organismos que hasta ese momento se habían encargado de la repartición de tierras en El Salvador: el Mejoramiento Social y el Instituto de Colonización Rural. Torres señalaba la presión demográfica salvadoreña y la escasa extensión territorial. Se proponía hacer una descripción de la situación de la tenencia de la tierra y argumentaba que “el problema salvadoreño no estriba tanto en la existencia de latifundios más o menos numerosos, sino en la existencia de una gran concentración de muchas propiedades en pocas manos”. Sin nombrar la reforma agraria subrayaba la necesidad urgente de discutir el acuciante problema de la tierra.

Un año después del trabajo de Torres, el mismo instituto de la UES publicó la monografía de Rafael Menjívar: “Formas de tenencia de la tierra y algunos otros aspectos de la actividad agropecuaria”. Menjívar sostenía que la propiedad de la tierra cuando está mal distribuida acarrea consecuencias funestas y “evita el desarrollo de toda la economía de una nación”. Retomaba al mexicano Jesús Silva Herzog para señalar que el latifundio “ha sido siempre y en todas partes negación del progreso, llaga social y explotación de millones de parias por unos cuantos privilegiados”. Utilizando como fuente principal el Censo Agropecuario de 1950, la pregunta que guiaba su trabajo era ¿cómo lograr el desarrollo económico? El minifundio, destacaba Menjívar, se había multiplicado sobre tierras marginales provocando el problema de la falta de maíz y frijoles desde fines del siglo XIX, mientras que las mejores tierras se destinaron al principal cultivo de exportación, el café.

Los textos de Menjívar y de Torres ponen el foco en el problema de la tenencia de la tierra y lo visualizan como un problema urgente. Como señala el historiador René Aguiluz Ventura, las obras de Menjívar y Torres sirvieron como base para la elaboración de las primeras plataformas políticas que incluyeron a la reforma agraria en sus programas, pocos años después.