Me topé con este escritor francés de finales del siglo XIX y principios del XX, por una casualidad sumamente fortuita o, como diríamos, de pura chiripa.

Allá en 1995 o 1997, Leonardo DiCaprio protagonizó una película basada en la relación amorosa entre los poetas Rimbaud y Verlaine. La película se llama “Total Eclipse”, título traducido como La sombra y el fuego, y también, Vidas al límite (esas titulaciones españolas o latinoamericanas deberían prohibirlas).

En la brevísima reseña que leí sobre la película se mencionaba que Proust era el mejor escritor francés de todos los tiempos, y su obra cumbre, En busca del tiempo perdido, un parteaguas en la literatura universal.

Con esa descripción cualquiera queda invitado a buscar. Resulta que la novela consta de siete volúmenes escritos de 1908 a 1922.

El joven Marcel Proust se encerró por completo alejado del mundo y de la sociedad aristocrática a la que ascendió de forma arribista, imprimiendo en las hojas de papel sus experiencias personales, cuajadas, literalmente, de meditaciones tan intimistas que a uno lo sumergen en su mundo de recuerdos, un monólogo que bucea hacia los más recónditos lugares de la mente.

La redacción de Proust es irritantemente complicada, pesada, no solo por sus interminables párrafos, sino porque él incluso se desvía del tema, asunto, circunstancia de la que hablaba, pero es hermosa y llena de sabiduría.

En este largo párrafo se resume muy bien el estilo proustsianoo, por insertar largos y cansados bloques de meditaciones del narrador o de los personajes, tanto así que se lo llevan a uno a olvidarse de lo que estaban hablando, incluso a los mismos personajes, volviendo la lectura confusa y extraviada.

Acá el personaje empieza hablando de cómo es de curiosa la gente, pero hace un quiebre y empieza a hablar de los celos, después se desliza a hablar sobre las dulzuras de la vida y termina en un galimatías de varios temas menudeados:

«...La gente es muy curiosa. Yo nunca he sido curioso, menos cuando he estado enamorado y cuando he tenido celos. Y para lo que sirvió... ¿Usted es celoso?” Le dije a Swann que nunca había sentido celos, y que ni siquiera sabía lo que eran “Muy bien, lo felicito. Un poco de celos no es del todo desagradable, desde dos puntos de vista. Por una parte, porque permite a los que son curiosos interesarse en la vida de otras personas o por lo menos de otra persona. Y porque hace sentir bastante bien la dulzura de poseer y subir en coche con una mujer y no dejarla andar sola. Pero eso no sucede más que en los comienzos del mal o cuando la curación ya está casi completa. En el intervalo, es el suplicio más espantoso. Por otra parte, debo decirle que aun estas dos dulzuras de que le hablo las he conocido poco: la primera, por culpa de mi naturaleza, que no es capaz de meditaciones muy prolongadas; la segunda, a causa de las circunstancias, por culpa de la mujer; quiero decir de las mujeres que me hicieron sufrir celos. Pero eso no importa. Aun cuando uno ya no tiene interés en las cosas, no es absolutamente indiferente haber resistido; porque siempre era por motivos que escapaban a los demás. El recuerdo de esos sentimientos está, lo sentimos, únicamente, en nosotros; hay que entrar en nosotros mismos para mirarlo. No se burle demasiado de esa jerga idealista, pero lo que quiero decir es que quise mucho la vida y he querido mucho el arte. Y bien, ahora que estoy algo cansado para vivir con los otros, esos antiguos sentimientos personales me parecen muy preciosos, lo que constituye la manía de todos los coleccionistas. Me abro mi corazón a mí mismo, como una especie de vidriera, y miro uno por uno tantos amores que los demás no habrán conocido. Y por esa colección a la que ahora me siento más atado que los otros, me digo un poco como Mazarino por sus libros, pero por otra parte sin ninguna angustia, que sería fastidioso dejarlo todo. Pero lleguemos a la conversación con el príncipe. No se la contaré más que a una sola persona, y esa persona será usted”.

En fin, yo lo recomiendo por la vasta cultura, el análisis quirúrgico de las diferentes personalidades, la crítica a las costumbres de la época, y todo ello mezclándolo con diferentes temáticas, recurriendo a historia, mitología, arte en sus diferentes expresiones, pero, eso sí, hay que tenerle mucha paciencia.