La obligación de rendir cuentas a la nación, vía La Asamblea Legislativa, sobre las labores de Gobierno, se realiza por medio de informes periódicos del Ejecutivo a través de sus ministros, o a requerimiento legislativo, siendo potestad legislativa aprobar o desaprobar sus contenidos (Art.131.18 Cn). Por lo tanto, la comparecencia protocolar del presidente de la República ante el Órgano Legislativo debería contener al menos la síntesis integrada de aquellos logros más destacados, los retos más significativos, y la proyección de su Gobierno, bajo el principio del control constitucional entre órganos de Estado. Sin embargo, tal parece que la administración Bukele suele confundir rendición de cuentas con narración de cuentos.

De la narración presidencial de treinta y dos minutos, la aseveración más aceptada es: “En cuatro años El Salvador es otro país. Eso no lo puede negar nadie”. Y es cierto. Hoy vivimos el periodo de mayor retroceso democrático y deterioro institucional, debido a la subordinación de las instituciones del Estado al Ejecutivo; la manipulación política del ministerio público y del sistema judicial; un grave retroceso en los mecanismos de acceso a la información pública, con reservas de hasta siete años; persecución contra medios de comunicación y periodistas independientes, organizaciones populares y de la sociedad civil, ONG, partidos de oposición, y críticos al régimen; la corrupción y la impunidad crecen sin vislumbrar controles del Estado, y sin señales de investigación sobre los doce expedientes entregados por la CICIES.

En cuatro años el Gobierno de Bukele ha desmantelado y llevado a la inanición el andamiaje de programas sociales que en anteriores periodos gubernamentales contribuyeron a reducir la pobreza y la extrema pobreza, entre ellos: el conjunto de derechos al adulto mayor, que incluye la pensión básica universal; el programa de apoyo temporal al ingreso de familias más necesitadas. Por otra parte, extinguieron el programa de agricultura familiar y redujeron los paquetes agrícolas; eliminaron la Operación Milagro que permitió la recuperación de la vista a miles de personas; desmontaron el programa Escuela de Tiempo Pleno; no existe más el Programa de Alfabetización; y Ciudad Mujer ha sido reducida a su mínima expresión.

En el cuento presidencial está ausente la información sobre la gestión económica y productiva del país; no existe explicación del porqué de la caída de las exportaciones; no hay un renglón en la narrativa del porqué de la baja inversión extranjera, sobre todo si hoy tenemos “el país más seguro”, como suele decir. No hay ninguna línea sobre la caída del empleo o sobre la proliferación de empleos mal pagados y en pésimas condiciones; ninguna referencia a la persecución al sector informal desalojado de los espacios públicos sin ofertarles alternativas de sobrevivencia. En tal sentido, tampoco fue anunciada medida alguna para enfrentar la inflación y las alzas inmoderadas a los productos de la canasta básica.

La fábula gubernamental se queda muy corta, sin informar qué pasó con la realización de emblemáticos proyectos ofertados al inicio de su Gobierno: El Tren del Pacífico que nos uniría con la región centroamericana. Tampoco fue mencionado nada del rimbombante proyecto del Aeropuerto de Oriente, ni existe dato de cuándo veremos el altísimo proyecto del Satélite Cuscatlán. Además, fue omitido del informe el estado de la construcción de la fastuosa Ciudad Bitcoin. Por si eso fuera poco, no recibimos cuentas sobre la construcción de los Hospitales Rosales y de la Región Norte en Nejapa, proyectos que disponen de financiamiento desde hace cuatro años. Por supuesto, no vimos ningún informe sobre el descalabro del Bitcoin, un criptoactivo impuesto legalmente como moneda nacional, que nos dejó un mal gasto de más de cuatrocientos veinticinco millones de dólares.

En aquella narración fue anunciada (además de la reducción de municipios y escaños, tema del que hablaré en otra ocasión) una nueva guerra, esta vez contra la corrupción, que incluye la construcción de un nuevo “campo de concentración” dedicado. Esto más bien tiene la pinta de reforzar los mecanismos de persecución política para amedrentar y desmantelar cualquier forma de oposición, puesto que Bukele no muestra a este día ningún indicio de voluntad para perseguir la corrupción de su mismo Gobierno.

El cuento narrado por Bukele no distingue ni habla de los problemas reales de la gente: de la inminente crisis de alimentos anunciada; de la falta de acceso regular al agua potable; de las pésimas condiciones del sistema de salud y el desabastecimiento de medicamentos; del deterioro de la infraestructura escolar y las precarias condiciones del magisterio; de la crisis vehicular y del transporte público de pasajeros. Lo dicho: más narración de cuentos que rendición de cuentas.