Nadie es culpable de haber nacido en circunstancias miserables, tampoco la pobreza es una discapacidad para no lograr legítimamente el éxito, ya que los talentos y la creatividad se desarrollan de la mejor manera en la miseria y no necesariamente en la opulencia. De tal suerte que nadie es culpable de nacer pobre, pero sí será culpable de morir pobre, ya que el Señor Jesucristo ha otorgado talentos a todos, sin embargo, algunas personas prefieren vivir de beneficencias o depender de las subvenciones del Estado, antes que usar los talentos y esforzarse para forjar un futuro promisorio.

En la parábola de los talentos, descrita en Mateo 25:24-27, el Señor Jesucristo enseñó la importancia de ser diligentes, y también enseñó sobre los negligentes: “Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses”

De manera que el mejor acto de rebeldía de una persona pobre es estudiar y esforzarse al máximo, para salir de la miseria donde la tocó nacer. Esto fue lo que hizo Rosario Marín, quien siendo inmigrante logró destacar en los Estados Unidos., habiendo nacida en México en el año 1958, vivió durante su infancia en condiciones económicas precarias, junto a sus cuatro hermanos, su padre y su madre, por ser una familia numerosa imposibilitaba la superación, por otra parte sufrió el abuso sexual de parte de uno de sus tíos a muy corta edad, aunque esto no se supo sino hasta que publicó su libro autobiográfico “Una líder entre dos mundos” en el año 2007.

Debido a la violencia y la carencia de oportunidades en México, el padre de Rosario, emigró junto a su familia a los Estados Unidos, dejando atrás la marginación y la pobreza, del mismo modo se quedaron en México tres de sus hijos, pues el gobierno americano solo otorgó en ese contexto dos permisos de residencia para sus hijos. Fue un momento triste para la familia, dado que los invadió la incertidumbre, pues de inmediato se enfrentaron al choque cultural. Con el paso de los años Rosario logra adaptarse a la sociedad americana y es ahí cuando se da cuenta de la gran cantidad de oportunidades que fluyen como un rio.

Esto impulsó a Rosario a perseguir su sueño de estudiar una carrera universitaria en Los Ángeles, un desafío enorme para un inmigrante que no poseía los recursos ni tiene dominio del idioma inglés, con el agravante del tiempo, ya que durante el día se desempeñaba como trabajadora de la manufactura y por las noches acudía a la universidad. Nunca desistió a pesar de la dura carga académica, los días eran pesados, en ocasiones no sabía cómo hacerles frente a los gastos, ni como sostenerse de pie, pero el anhelo de romper la barrera de la pobreza era más grande que el dolor, el sueño o el hombre.

Hasta que finalmente Rosario, vio el fruto de su esfuerzo, después de siete largos años logró graduarse en Administradora de Negocios. Y siendo una mujer de retos participó en las elecciones para alcaldesa de la ciudad de Huntington Park, del Estado de California, en la que salió victoriosa frente a sus adversarios incluyendo a un norteamericano, en ese cargo ella realiza una labor destacable impulsando la educación, reduciendo las tasas de criminalidad y apoyando a los sectores vulnerables de la población como migrantes o personas de habilidades especiales.

Su labor incansable, por los más necesitados la puso en el ojo público, por ello el presidente George W. Bush al ganar las elecciones del año 2001 invitó a Rosario Marín a formar parte de su gabinete presidencial como Secretaria del Tesoro, sin dudarlo aceptó el reto, convirtiéndose así en la primera mujer inmigrante en ocupar un alto cargo en los Estados Unidos. Así que la próxima vez que digas no puedo salir de la pobreza, recuerda que Rosario era una mujer inmigrante, que no sabía el idioma, pero aun así se esforzó al máximo hasta alcanzar su sueño.