¿Tiene sentido ser neutral?, es quizá una de las preguntas que más se ha hecho al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en sus casi 160 años de labor humanitaria a nivel mundial. Para responder a ello me permito recordar las palabras del pensador Jaques Moreillon, quien, en 1987 durante una Conferencia Internacional de la Cruz Roja, resaltó que la finalidad de la organización y del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja en general, es la de ayudar y no la de condenar. “¿Se puede realmente pretender ayudar y condenar en el mismo país?”, cuestionó.
Para lograr resultados el CICR se guía por los principios de neutralidad, imparcialidad e independencia, en apego a su principio eje: la humanidad. Nuestro trabajo humanitario es un fin, no un medio; el comité no tiene la función de investigar, juzgar ni denunciar. Es parte de nuestro ADN ofrecer nuestro acompañamiento -tanto a autoridades como a víctimas de la violencia- sin tomar una posición a favor o en contra de la situación. Tampoco juzgamos las razones que originan la problemática, no nos involucramos en disputas políticas, religiosas, económicas o sociales. Todo ello con el único fin de “gozar de la confianza de todos”.
La neutralidad no significa que seamos indiferentes, pasivos o que nos mantengamos en silencio frente al sufrimiento humano. Actuar guiados por este principio nos permite acceder de forma segura a las poblaciones afectadas y refuerzan la eficacia de nuestra acción en favor de personas migrantes, retornadas, desplazadas por violencia, familiares de personas desaparecidas, privadas de libertad y a comunidades afectadas por violencia.
Por ejemplo, en El Salvador, sin nuestros principios, no hubiéramos podido acceder a las comunidades de Apopa donde tuvimos la oportunidad de cambiar vidas mejorando el acceso a salud, educación y brindando oportunidad de reconstrucción del tejido social y propiciando la organización comunitaria.
Tampoco hubiéramos podido asistir las necesidades de asistencia y protección de cientos de personas afectadas por la violencia durante este 2022. Escuchamos sus necesidades, estudiamos el contexto y respetamos las dinámicas; eso nos permitió realizar una labor humanitaria neutral, imparcial e independiente con cada población atendida.
El CICR está consciente de que esta no es una tarea sencilla, pero aspira a que su neutralidad sea aceptada y comprendida para poder brindar la asistencia y protección que alivian el sufrimiento de las personas afectadas. Esta forma de trabajo es un “ganar-ganar” para todos: gana el CICR -que puede alcanzar sus objetivos humanitarios- gana el Estado, al trabajar con una organización neutral e independiente que comparte observaciones de manera confidencial y brinda el acompañamiento técnico, y ganan las víctimas, quienes reciben una respuesta a largo plazo y de forma segura.
Las acciones del CICR en El Salvador han contribuido, sin duda alguna, a que la organización internacional se conocida y goce de un aceptable nivel de confianza por parte de sus interlocutores y beneficiarios. Sin embargo, esta confianza es frágil: percepciones erróneas, malentendidos y confusión con otros actores pueden destruir rápidamente lo ganado y poner en peligro la acción humanitaria del CICR.
Esto nos ha llevado a reforzar nuestras actividades de difusión de la contribución del CICR en El Salvador, sus principios y forma de trabajo. Por ejemplo, recientemente inauguramos una exposición fotográfica en el Museo de la Palabra y la Imagen que brinda un panorama de nuestros objetivos operacionales durante los últimos 10 años y nuestras acciones durante el conflicto armado interno que vivió el país entre 1980 y 1993. La muestra también es un retrato de la fidelidad que tenemos los trabajadores humanitarios de esta organización a nuestros principios fundamentales los cuales aplicamos con todas las personas con quienes trabajamos.
Termino agradeciendo a las víctimas que han depositado su confianza en el CICR para atender sus necesidades, así como a las autoridades que nos permiten asistirles. Esta década de trabajo es muestra fehaciente de nuestro interés en seguir atendiendo y dando respuesta a las necesidades de las personas afectadas por la violencia, escuchándolos y poniéndolos al centro de la su propia recuperación. Asimismo, a las autoridades a quienes acompañamos, les ratificamos que respetamos la soberanía de su país entendiendo su contexto, sus dinámicas, sus costumbres y sus formas de actuar. Trabajar para aliviar el sufrimiento humano y contribuir a garantizar una vida digna a las personas afectadas por situaciones de violencia armada es el corazón de la labor humanitaria del CICR y estamos conscientes de que esta década de trabajo humanitario en El Salvador no habría sido posible sin la guía de los principios fundamentales que rigen la labor del comité y el resto de los miembros del Movimiento Internacional de la Cruz Roja.
