El Salvador, según el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), tiene en su territorio 6.3 millones de habitantes, siendo el país más densamente poblado de la región. De esa cantidad de población, el 95.7 por ciento tiene uno o más teléfonos celulares en uso, a tal punto que laSuperintendencia General de Electricidad y Telecomunicaciones (SIGET) tenía registrado hasta el primer trimestre de este año 11.53 millones de móviles activados por la población. Un promedio de cerca de 1.8 teléfonos por cada persona.

Los cálculos indican que en el país hay cerca de 2.3 millones de personas menores de 18 años, es decir, salvadoreños que pueden considerarse en el rango de niños y adolescentes. Obviamente no hay un dato que indique cuantos niños tienen teléfono celular, porque las compañías telefónicas no hacen contratos con menores de edad. Para que un niño o adolescente tenga teléfono este tiene que haber sido regalado o en su defecto contratando por una persona mayor.

Tener teléfono celular es demasiado fácil. Se pueden comprar y activar casi en cualquier lugar. Salir a la calle sin celular genera una sensación de indefensión o una especie de vacío existencial. En un mundo de actividades aceleradas, el móvil pasó de ser un lujo extravagante a ser una necesidad y un método practico de interrelación y convivencia social. Hay personas, jóvenes que no se pueden explicar cómo hasta hace algunas décadas los individuos podían tener una vida normal sin celulares.

“Desde mi celular tengo el mundo a mis pies” rezaba una campaña publicitaria de hace algunos años en Brasil. La campaña se refería a que estando en mi casa puedo darme cuenta a través de las redes sociales sobre lo que pasa o está ocurriendo al otro lado del mundo. Tengo, además, el controlde acercar todo lo lejano y de tener acceso a hablar con “todo mundo” a cualquier hora desde cualquier sitio y en cualquier condición. Es la famosa cultura del “yocentrismo”, donde desde mi celular soy el centro del universo.

Entonces se tiene claro que el teléfono celular, conectado a las redes sociales y como soporte de intercambio de mensajes, bien utilizado, es una valiosa y práctica extensión instrumental de las relaciones entre los seres humanos. Lo utilizamos para todo, desde transacciones comerciales y diversión, hasta para socializar e informarnos o informar debidamente.

El problema es que no todos sabemos utilizar los teléfonos celulares y éstos instrumentos conectados a las redes sociales, son un peligro real, que en muchos casos generan ostracismo social, codependencia, adicción, ensimismamiento, desidia y una serie de complejos que afectan negativamente, especialmente a los niños y adolescentes.

Los teléfonos en las manos de niños y adolescentes se pueden convertir en una herramienta negativa, si los adultos o responsables de ellos no sabemos controlarlos. En cuántos casos los niños y adolescentes se hacen adictos a los juegos, a la pornografía, a los “influencer”, a los sinsentidos que pululan en el ciberespacio y al contenido “chatarra”. Se la pasan horas y horas pegados a su celular, se encierran en sus habitaciones y hasta se les olvida comer. Algunos padres de familia se sienten contentos porque sus hijos pasan en casa y no en la calle, pero no valoran que se están convirtiendo en antisociales y probablemente estén expuestos al peligro que circula en redes.

Muchos casos de violaciones en perjuicio de menores de edad comenzaron por “amistades” que cosecharon en redes. Ensimismados en sus habitaciones hicieron amistad con personas inexistentes. Delincuentes que se hicieron pasar por buenas personas, adultos que se presentan como jóvenes, hombres que se hacen pasar por mujeres y viceversa, manipuladores que los engañan con facilidad, estafadores y toda suerte de individuos con intereses nefastos. Hace algunos años una niña de 14 años, originaria de Santa Rosa de Lima (La Unión) fue violada y asesinada por un sujeto adulto al que conoció a través de las redes sociales mediante su teléfono. La niña había conocido al sujeto que se hacía pasar por un joven de 18 años y le enviaba fotografías que no eran de él. Convencida que eran novios la menor viajó a San Miguel, donde el sujeto se presentó como el chofer del “novio”, la llevó a un sitio donde la violó y luego la asesino.

Hasta la fecha siguen desaparecidas dos adolescentes que hace más de una década se iban a ver con un “amigo joven” en un parque de Ahuachapán. Lo último que se supo es que fueron metidas a la fuerza a un vehículo polarizado y nunca más se supo de ellas, luego se conoció que iban a verse con una persona que conocieron a través de redes en su teléfono celular.

Si las redes sociales mal utilizadas por los adultos son un peligro, mucho más lo son para los niños y adolescentes que tienen sus propios celulares conectados a redes y que jamás son supervisados por sus padres o por una persona responsable de ellos. Es peligroso dejar a su libre albedrío el uso de los teléfonos. Un niño en silencio viendo su celular, puede estar compenetrado en un contenido negativo, por lo cual hay que supervisarlo. A los niños hay que llevarlos al parque a que jueguen al aire libre y que hagan ejercicio, no a que vean sus celulares y pasen desapercibidos el momento y el lugar. Es nuestra responsabilidad como adultos que nuestros niños y adolescentes sepan usar el celular. Deben saber cuándo usarlo en casos de emergencia y en qué momentos y lugares hacerlo.

En el mes dedicado a nuestros niños y adolescentes, es oportuno que los adultos reflexionemos sobre el uso que nuestros hijos hacen de los celulares conectados a las redes sociales. Protejamos a nuestra niñez y adolescencia.