Con una cadena nacional, y una multimillonaria campaña mediática de saturación en redes sociales con que siempre acompañan sus anuncios, Bukele intentó infructuosamente salirle al paso a los incómodos indicadores que reflejan todas las encuestas de opinión pública que develan el grave descalabro económico del país; señalando este como el problema de mayor preocupación para la mayoría de la población. La gente resiente la falta de empleos, la urgente necesidad de incrementar el salario mínimo se muestra angustiada por la imposibilidad de acceso a una vivienda digna; y cada día más desesperada por el altísimo costo de la canasta básica de alimentos. A la base de estas demandas está la punzante y creciente pobreza que lejos de disminuir, como venía ocurriendo, se disparó durante el quinquenio de Bukele, desde el 22.5%, hasta el 29.8%, según datos de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Esta situación dramática se comprueba en la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples de 2023, de la ONEC del BCR (Oficina Nacional de Estadística y Censo / Banco Central de Reserva) que identificó a 1,923,000 personas en situación de pobreza, la mayor desde 2018. En el último año, 55,097 salvadoreños se sumaron a las filas de la pobreza. Mientras, en ese mismo periodo, 588,917 (9.35%) del total de la población ya se encuentra en condición de pobreza extrema; 10,116 personas más que el año anterior. Esta cifra, lejos de aliviarse tiende a incrementarse drásticamente debido a decenas de miles de trabajadores públicos que están siendo despedidos, y por la persecución y expulsión de miles de vendedores informales del Centro Histórico y de otras ciudades del país, para quienes será inalcanzable la canasta básica de alimentos.



Bukele no encuentra salida al empantanamiento de la economía nacional. Nunca elaboró durante estos cinco años “El Plan General de Gobierno”, como lo establece el art. 167 de la Constitución; tampoco mostró programas de reactivación para cada área de la economía, siendo la producción agropecuaria la más rezagada. La economía ha mantenido un pobre desempeño, pues hasta abril de 2024 solo creció 0.8%. La perspectiva de crecimiento para fin de año es pírrica, de apenas el 1.8%, muy por debajo del promedio de periodos anteriores, y el más pequeño de la región, debido a una bajísima IED (Inversión Extranjera Directa) que durante todo el 2023 no superó los $750 millones, por falta de seguridad jurídica y confianza; la menor de toda la región Centroamericana.

Los titulares de las áreas económicas compiten por el peor desempeño; mientras la industria redujo su aporte al PIB con una drástica caída del 15.5% al 14%; el sector agropecuario retrocedió su aporte del 5.1% a tan solo el 4.6%. La hacienda pública se hunde en la mayor deuda de la historia con $30,173 millones acumulados desde el año 92, en un país sin recursos naturales extraordinarios de respaldo. Esa deuda hoy representa el 88% del PIB; y de esta en apenas cinco años Bukele ha contraído $10,365 millones (35%). Las reservas Internacionales netas lejos de aumentar, como debería de ocurrir con “el modelo Bukele”, cayeron estrepitosamente de $3,763 a $3,119 millones.

Con este sombrío panorama, y tras mes y medio de su nuevo mandato, Bukele no ha integrado un gabinete, ni tan siquiera ha presentado un equipo económico capaz de generar confianza para reflotar la economía del pantano. Durante cinco años tuvo al frente de agricultura a cinco diferentes funcionarios nominales, sin que tengan la idoneidad o capacidad mínima para producir los alimentos.

CAMPO (Cámara de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios) y otras gremiales, en reiteradas oportunidades han propuesto quitar el IVA a la canasta básica de alimentos y a los insumos agropecuarios; que el gobierno compre de manera directa los insumos y los venda a precios accesibles a los productores; líneas de crédito a tasas de interés y garantías accesibles para la reactivación del agro; reconstruir y ampliar con nuevos sistemas de riego; reforzar el CENTA (Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal) para proveer de asistencia técnica a los productores.

Por lo tanto, la amenaza de Bukele a los comercializadores de hortalizas y vegetales, sin el respaldo de una política de reactivación agropecuaria, puede ser considerada populista, demagógica o simplemente perversa para evadir su responsabilidad.