Esta semana, hace cinco años, comenzaron a surgir reportes sobre un brote de neumonía en Wuhan, Hubei. Justo había regresado de una reunión en Londres organizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde se discutió la preparación global para enfrentar una posible pandemia. Durante esa reunión, fue evidente que las instituciones representadas carecían de los estándares mínimos necesarios para manejar una pandemia, un evento que todos sabíamos era inminente. La OMS declaró el COVID-19 como una emergencia de salud pública de importancia internacional el 30 de enero de 2020, manteniendo esta condición hasta el 5 de mayo de 2023, cuando se anunció el fin de la emergencia sanitaria. Hasta la fecha, se han reportado más de 7 millones de muertes atribuibles a esta enfermedad.
La pandemia del COVID-19 representó un desafío extraordinario para los sistemas de salud pública en todos los países afectados. Esta crisis sanitaria, que se prolongó por más de tres años, expuso una serie de debilidades y vacíos en la infraestructura sanitaria global y nacional, dejando a muchos sistemas incapaces de proteger adecuadamente la salud de sus poblaciones. Lamentablemente, esta no fue la primera ni será la última amenaza a la salud pública global; históricamente, el mundo ha enfrentado amenazas de enfermedades infecciosas cada dos años. En la actualidad, la influenza aviar A(H5N1) ha estado expandiendo su presencia geográfica y afectando a más especies huésped. Según diversas evaluaciones, el mundo se encuentra más cerca de una pandemia de gripe que en cualquier otro momento reciente. Recordemos que la última pandemia aviar, causada por H1N1, resultó en entre 50 y 100 millones de muertes, un impacto mucho más severo que el del COVID-19.
¿Pero cuáles son las señales de riesgo que nos acercamos a una nueva pandemia?
Para que se inicie una pandemia, deben cumplirse tres condiciones: Primero, debe surgir un nuevo subtipo de virus frente al que la población general no tenga inmunidad o ésta sea escasa. Segundo, el nuevo virus debe ser capaz de replicarse en humanos y causar enfermedades graves. Y tercero, el nuevo virus debe transmitirse eficazmente de un ser humano a otro; por transmisión eficaz entre seres humanos se entienden las cadenas de transmisión sostenidas que provocan brotes en toda la comunidad. Las dos primeras condiciones ya se han cumplido, ya que se ha identificado un nuevo virus (H5N1) que ha infectado tanto a personas como a animales, demostrando su capacidad para replicarse y causar enfermedades graves. Sin embargo, hasta el momento no hay evidencia de una transmisión eficaz o sostenida del virus de persona a persona.
La OMS con el fin de monitorear el progreso de enfermedades infecciosas con potencial de pandemia ha desarrollado una tabla con fases pandémicas. La tabla incluye 6 fases de progreso, desde la fase 1 donde el riesgo de infección humana es bajo hasta la fase 6 donde hay una transmisión incremental y sostenida entre la población mundial. En la actualidad, el mundo se encuentra en la fase 3: se han notificado casos de infección humana, pero no se ha confirmado la propagación de persona a persona y, desde luego, no se han notificado conglomerados significativos. Esto ofrece cierto consuelo, dado que el virus H5N1 apareció ya en 1997 y aún no ha conseguido adaptarse a la transmisión entre humanos. Tampoco se sabe hasta qué punto el actual brote de gripe H5N1 en aves aumenta la probabilidad de una pandemia humana. Así pues, sigue habiendo muchas incertidumbres. El riesgo existe en la posibilidad de mutación del virus con cada infección en humano. Desde 2022, se han registrado un total de 49 infecciones humanas por el virus de la influenza aviar A(H5N1) en cuatro países de las Américas hasta el 13 de noviembre de 2024. De estos casos, 47 ocurrieron en los Estados Unidos, un caso en Canadá, uno en Chile y otro en Ecuador. A nivel global, desde 2003 hasta abril de 2024, se han documentado 889 casos y 463 muertes relacionadas con el H5N1, lo que representa una tasa de letalidad del 52%.
Este subtipo de gripe aviar es uno de los principales candidatos para provocar una nueva pandemia. Aunque actualmente no se transmite fácilmente entre humanos, su capacidad para mutar rápidamente genera inquietud entre los científicos. La gripe aviar ya ha infectado a diversas especies animales y podría afectar aún más la salud animal en 2025, lo que tendría implicaciones económicas y para el suministro de alimentos.