Acá en El Salvador estamos bajo una dictadura, la dictadura más “cool” del mundo con más de 85% de aprobación. ¡Qué siga la fiesta! Acá no se socializan las nuevas ideas, ni siquiera dicen agua va ni agua viene. De un solo sopapo nos enteramos y apártense, que si no lo hacen el garrotazo los aparta.

Tantas han sido las decisiones no anticipadas que ya ni nos asombra: el retiro de la CICIES, la destitución de la Sala de lo Constitucional, del Fiscal General, jubilar a jueces y magistrados estorbosos, sacar a la empresa privada de varios entes descentralizados, gastar nuestro dinero en criptomonedas, etc., etc. y muchos más etcéteras.

No obstante, ha tenido ideas muy buenas que ha llevado a la práctica en lo que canta un gallo, por ejemplo, el Hospital El Salvador, lo del hospital veterinario, el combate a las maras. Esto le ha dado ese empuje publicitario del que tanto se alimenta su fama mundial, y ahora viene con la novedosa, y tan necesaria, reducción de los municipios en el país y del número de diputados.

Con respecto a la reducción de los municipios yo lo veía necesario desde que anduve en diferentes campañas políticas como miembro del Partido Demócrata Cristiano (de ingrata recordación. Durante mi campaña como diputado al departamento de La Paz, acompañado por mi padre postizo, don Aristides Corpeño, pasé por tantos municipios que simple y sencillamente no debían de existir. Sumados a otros tantos que conocí en todos los departamento del país, era fácil concluir que, siento tan pequeños, tanto así que no pasaban de ser un cantón y que lo único que conseguían era la atomización del dinero público, que se diluía en concejos municipales liliputienses, la verdad, tenían que desaparecer.

La idea de distritos municipales siempre me parecía una necesidad imperativa, en la cual la cabeza distrital manejara los fondos, y que en las comarcas pequeñas, solo hubiera un representante, una especie de intendente que supervisara e informara, así como comunicara también las necesidades emergentes y apremiantes. Nada más. Un fulano y un buen pick up podría hacer mucho más que todo un concejo municipal enano y hambriento.

Lo único que me daba escalofríos era pensar que, con el estatus de municipio, esas poblaciones ya parecían abandonadas, ¿qué iría a pasar si se les quitara el poco dinero que recibían y se pasara dicho pisto a la cabeza de un nuevo monstruo, siempre grande, siempre voraz? Y siendo esto ya una realidad, ¿acaso no corren el riesgo de pasar de mal a peor y quedar, hoy sí, definitivamente marginados?

Hay un razonamiento falaz detrás de todo esto. Las necesidades siempre serán las mismas y la cantidad de dinero igual. Se supone que ahora quedará más dinero libre al no tener que soportar la carga de tanta burocracia de nano municipios, pero ese dinero que sobre igual, tendrá que mantener la cabecera distrital la cual, por tener que encargarse ahora de una mayor extensión de territorio y mucha más población, tendrá que crecer en recursos humanos y materiales, partiendo desde el palacio municipal, los vehículos que necesitarán, hasta la papelería y útiles de oficina.

Habrá que darle mucho pensamiento a ello, poner límites también, para que no salga peor el remedio que la enfermedad. Por lo menos una cosa es cierta, ya no tendremos alcaldes ganando alcaldía con 300 votos en total.

Con respecto a la reducción de diputados, eso igualmente me parece genial, siempre tan deseado y añorado. Tenemos siempre la ingrata vista de diputados de adorno que solo llegan a levantar la mano y que nunca, pero nunca, presentan una propuesta, ni hablan, ni mucho menos analizan lo que votan. Simples borregos y borregas que están allí por el pago de algún favor político, la cancelación de alguna factura política, quedar bien con el financista de la campaña o cosas similares. Curules vacíos ocupados por mentes vacías.

Siempre pensé que era mejor que un número reducido de diputados tuvieran más analistas y colaboradores para realizar su trabajo como se debe, tal y como se observa en los congresistas estadounidenses e ingleses, en donde cada representante cuenta con un nutrido equipo de asistentes del más alto nivel.

El número de diputados fue aumentado de forma antojadiza para meter más serviles en las bancadas, pero nunca para mejorar la labor legislativa, por lo que esta decisión también está bien “cool”. No cabe duda que detrás de todo esto hay una estrategia política bien planificada para asegurar la reelección del Presidente.