Confieso que luego de esa conversación me quedé pensando que probablemente muchas de las personas que forman parte del gobierno ni siquiera podrían responderle la pregunta a mi sobrino, o su respuesta sería muy diferente. Quienes actualmente nos gobiernan creo que no tienen ni idea de cuáles son las funciones que deberían cumplir siendo parte del aparato gubernamental. Por como actúan, para una gran parte de nuestros funcionarios y funcionarias el gobierno es un instrumento que sirve para asegurarle un puesto de trabajo a los integrantes de su familia; para otros es un eterno concurso de protagonismo y popularidad; y, para otros, es una forma de enriquecerse rápidamente. Algo lamentable, pero no sorprendente en especial cuando la persona que lidera el gobierno se centra más en congraciarse con sus amigos bitcoiners - ofreciéndoles incentivos fiscales y apostando más recursos públicos a un sinsentido financiero-, pero olvidándose de dar respuesta al clamor de las familias de las personas desaparecidas; quien debiera liderar con el ejemplo, prefiere someter al escarnio público a periodistas y liderazgos de la sociedad civil y del movimiento social, en lugar de dar alternativas a las personas para afrontar el incremento en el costo de la vida.
Lejos de tener un gobierno, en realidad tenemos un desgobierno con falta de planificación y con una ausencia de política pública en todos los ámbitos.
Más allá de las fotos y los videos súper editados, de los discursos en las entrevistas, de las publicaciones en redes sociales y de más de la mitad del período de la administración Bukele, la población en general seguimos sin conocer los planes de salud, de educación, de obras públicas, de seguridad, de acción climática, de transparencia y anticorrupción. Los funcionarios dicen que tales planes existen, pero en un país como el nuestro, la palabra de un funcionario vale muy poco. En cambio lo que notamos es que las acciones de las diferentes instituciones gubernamentales, fuera del ámbito comunicacional, ocurre de manera aislada, desordenada y desarticulada que limita aún más la respuesta pública a las necesidades de la población.
La excusa del desconocimiento, de la magnitud de los problemas o de las deudas históricas de administraciones nunca deberían ser aceptadas para justificar a un gobierno incapaz de obtener resultados concretos, en especial cuando en casi 3 años de administración se ha logrado dominar y controlar todos los poderes del Estado.
Al final de todo esto, el desafío no es responder una pregunta a un niño, sino cómo desde nuestro día a día trabajamos por construir una sociedad que busque transformar nuestro contexto y exija al gobierno cumplir con sus funciones, en especial, las vinculadas con las garantías de derechos para todos y todas. Solo así, algún día, no tendremos que recurrir al «deber ser», sino que nuestra realidad será la mejor y más concreta respuesta cuando nuestras niñas y niños cuestionen la utilidad de tener un gobierno.