Después de la segunda Guerra Mundial, se materializó la famosa “Cortina de Hierro” con la que se designa la separación, ideológica (el comunismo) y física de ciertos territorios en Europa, entre la zona de influencia soviética en el Este y los países del Oeste, cuyo objetivo era bloquear las enseñanzas occidentales. Erigido a partir de 1949 por Hungría, y después por los demás países del bloque comunista, estaba compuesto de alambradas de púas, zanjas, construcciones de cemento, alarmas eléctricas, instalaciones de disparos automáticos o minas, que se extendían varios miles de kilómetros, para bloquear la huida.

En Alemania del Este, los dirigentes comunistas decretaron en 1952 una zona de prohibición de diez metros de ancho a lo largo de la frontera con la República Federal de Alemania (RFA), con vallas de alambres de púas y puestos de vigilancia. Sin embargo, el dispositivo tenía una falla: Berlín quedó dividida en dos partes, una bajo control soviético y la otra era controlada por occidente, entre las cuales se podía circular sin mayor dificultad. Unos tres millones de personas lograron encontrar refugio en la RFA a través de Berlín Oeste entre 1952 y 1961, huyendo de la República Democrática de Alemania (RDA).

A este bloque comunista se sumó Corea del Norte, quienes fueron altamente agresivos prohibiendo completamente las biblias y el cristianismo, de manera que los norcoreanos que se identifican como cristianos lo hacen en secreto, ya que a partir de ese momento corren peligro de ser encarcelados, torturados brutalmente o asesinado. En ese sentido los padres de familias norcoreanos suelen ocultar su fe a sus hijos para no exponerlos y no existen iglesias de más allá de unas cuantas personas, y la adoración se hace en su mayoría tan secretamente como sea posible.

En ese contexto de violencia en Corea del Norte (1950) predicaba el evangelio de nuestro Señor Jesucristo el pastor Kim, junto a 27 miembros de su redil, los cuales tenían que vivir secretamente en túneles bajo tierra. Sin embargo, fueron descubiertos por el ejército norcoreano cuando estaban en la construcción de una carretera, es asi como los militares, sacaron violentamente a los cristianos y los presentaron frente a una multitud de personas en la aldea de Gok San, donde se llevaría a cabo la ejecución pública de estos cristianos, pero antes les dijeron: “Nieguen a Cristo o morirán”. Pero los creyentes rehusaron hacerlo.

Entonces el oficial comunista a cargo de la ejecución ordenó separar del grupo a cuatro de los niños y prepararlos para ser ahorcados. Con sogas amarradas alrededor de sus pequeños cuellos, el oficial les ordenó nuevamente a los padres que negaran a Cristo, pero ninguno de los creyentes negó su fe. En lugar de ello, dijeron a sus hijos: “Muy pronto nos veremos en el cielo” ese día los niños murieron con fe. Luego el oficial a cargo ordenó que trajeran una aplanadora, y obligó a los cristianos a que se acostaran en el camino. Mientras el motor de la máquina aceleraba, el oficial les dio una última oportunidad de retractarse de su fe en Jesús. Nuevamente los creyentes rehusaron hacerlo.

Tan pronto la máquina comenzó a moverse lentamente, los cristianos comenzaron a cantar un himno que a menudo cantaban juntos, mientras sus huesos y sus cuerpos eran aplastados bajo el peso de la inmensa máquina, aquel himno era: “Cuán grande es Él” luego publicaron la noticia de la ejecución en la prensa de Corea del Norte, tildando al cristianismo como superstición erradicada. A través de la historia, los que han servido con pasión al Señor Jesucristo han elevado cánticos en sus momentos finales sobre la tierra, todo ello ante la vista impávida de sus ejecutores, entre ellos Juan Hus y Policarpo.

Algo parecido, ocurre ahora en El Salvador en el contexto del Régimen de Excepción, muchas personas están detenidas de forma injusta, como el caso de ciertos pastores: Mario Ernesto Flores Cerna, Gabriel Hernández Rodríguez y Aníbal Urías Córdoba, que tienen décadas de predicar y servir en sus comunidades, esperando que las autoridades puedan revisar su caso y verifiquen que no se trata de delincuentes sino de servidores del Señor Jesucristo “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (1 Corintios 4:17)