Juan Antonio Ramírez, cariñosamente conocido como Toñito, fue mi compañero de estudios en tercer ciclo. Toñito estudio profesorado en Matemáticas y se desempeñaba como docente, cuando en plena juventud perdió la vista por una herencia genética. Pasó a ser parte del aproximadamente 15 por ciento de la población mundial con algún tipo de discapacidad.
Toñito dejó la docencia y aprendió a ver con los ojos del alma. Religioso, rápidamente se convirtió en el rezador “oficial” de Olocuilta y suele acompañar a los dolientes en los rezos y misas. Con resiliencia ha sabido insertarse en la sociedad y en el cariño de quienes le conocemos y admiramos. Con su fe ha logrado conllevar la discapacidad visual siendo ahora un referente para los jóvenes que lo ven como alguien que ha sabido ganarse el respeto y el cariño de todos.
Por los cientos de millones de seres humanos con alguna discapacidad, desde 1992 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, con la finalidad de impulsar la inclusión social y laboral, asimismo para concienciar sobre la importancia de crear sociedades accesibles y con igualdad de oportunidades.
Todos los días debemos, pero especialmente el 3 de diciembre, reconocer los desafíos que día a día enfrentan las personas con discapacidad, ya sea genética o que esta haya sido adquirida por alguna circunstancia de la vida. Muchas personas con discapacidades enfrentan discriminación de la sociedad que les impone obstáculos o barreras para acceder a un mundo de igualdad de oportunidades y los relega a vivir en condiciones paupérrimas o deplorables.
Las discapacidades sean visuales, auditivas, de movilidad, físicas o de cualquier tipo no le quitan lo humano a nadie, y como personas quienes adolecen de alguna discapacidad son, como todos, personas en proceso de perfección humana con un cumulo de pensamientos., conocimientos y sentimientos en constante transformación.
Una persona con discapacidad no necesita de la lástima de los demás, solo requiere ser incluido en una sociedad que le facilite el entorno adecuado y que le brinde las condiciones para acceder a oportunidades en todos o casi todos los ámbitos de la vida. Las discapacidades sobran cuando la verdadera inclusión se manifiesta en la conciencia ciudadana y el Estado asume su responsabilidad para con ellos.
Recuerdo que cuando estudiaba en la universidad había alumnos con discapacidades estudiando diferentes carreras que a base de esfuerzo lograron coronar su sueño académico y ahora son destacados profesionales que aportan mucho a la nación. Sin embargo, vivimos en un país donde son pocas las oportunidades para estas personas, porque nuestra conciencia colectiva nos lleva a suponer que su desventaja es una barrera para el crecimiento como seres humanos útiles para la sociedad.
Reitero, una persona discapacitada no requiere de la lástima enfermiza, más bien anhela cariño, respeto, comprensión, empatía, y por supuesto ser incluido y tener acceso a oportunidades en lo académico, social, laboral, accesibilidad arquitectónica, infraestructura y servicios básicos.
Vivimos en una sociedad donde todavía hay grandes obstáculos para las personas con discapacidades en el área de la salud y la educación. Carecemos de servicios de apoyo para estas personas y eso literalmente es discriminación. Por axioma y deber humano nadie debe ser discriminado por sus pensamientos, su género, sus condiciones sociales y mucho menos por sus discapacidades, que lo vuelven persona especial.
Muchos estudios revelan que en el campo laboral las personas con discapacidades tienen menos salarios que los demás empleados que ocupan sus mismas plazas y que muchas instituciones, especialmente las privadas, no dan empleos a personas que presentan algún tipo de discapacidad, aunque la ley les exija cierto porcentaje.
Gloria Campos, mi paisana y amiga sufrió un accidente cuando era una joven treintañera y quedó en silla de ruedas. Gracias a su resiliencia logró sacar adelante a sus tres hijas, coronar una carrera universitaria y pese a su discapacidad de movilidad, conduce vehículo casi a la perfección. Gloria, una mujer admirable y respetable ha demostrado que con oportunidades, fe y voluntad se pueden superar las discapacidades, aun conviviendo con ellas.
Recientemente me encontré en Guatemala al colega columnista Gerardo Schonenberg, de 25 años de edad, quien tiene discapacidades para hablar y movilizarse. Toda su vida la ha pasado en silla de ruedas, pero al vivir en una familia amorosa y comprensiva ha logrado ser entendido y ha desarrollado capacidades que le permiten escribir columnsa de opinión sustanciosas y trascendentales. Gerardo es licenciado en turismo, graduado con ayuda de una tutora, de una universidad privada. Ha escrito libros y verificado accesos para personas discapacitadas en hoteles pequeños y medianos en El Salvador. Ama la aventura.
No todas las personas discapacitadas tienen el apoyo de sus parientes, de la sociedad y el Estado. Muchos viven marginados y sin oportunidades. Esa deuda la tenemos todos, porque no hemos acumulado la conciencia suficiente para entender a estas personas y por ende garantizarle sus derechos como seres humanos especiales que merecen todo nuestro respeto y apoyo.
Para este 3 de diciembre la ONU ha creado el lema 2025, el cual textualmente dice: “Fomentar sociedades exclusivas de las personas con discapacidades para avanzar en el progreso social”. El tema resalta la necesidad de una inclusión total en todas las esferas de la vida para lograr un desarrollo social equitativo, justo y más humano dentro de la convivencia social.
No entender, no comprender y rechazar a las personas con discapacidades por esa simple razón, solo es una forma de manifestar la discapacidad del alma. La verdadera inclusión no pasa por el uso errado de la gramática, pasa y se acentúa en la necesidad de generar empatía, condiciones y oportunidades (en todos los campos de la vida) a nuestros semejantes que tienen una o varias discapacidades… En la vida todos somos criaturas de Dios.
*Jaime Ulises Marinero es periodista
