El presidente puso una foto en su cuenta de Twitter transformado en mujer. Para ello usó una aplicación que medio mundo ha utilizado, con excepción de cualquier gobernante de las 263 naciones reconocidas por la ONU. ¿Qué estaremos pagando? No solo no le importa lo importante, sino que además es un juguetón.

Nunca en la historia nuestra habíamos tenido una persona así como primer mandatario: que todo lo tomara a broma. Hemos tenido millonarios de cuna, pobres de nacimiento, profesionales de clase media acomodada, militares que fueron soldados raso y también de Escuela, pero siempre dentro del marco de los parámetros de conducta normal, pero sin actitudes de niño como el actual que goza andar con la visera de la gorra al revés, con chumpa de Top Gun, que se deleita con el despliegue de la parafernalia de un rock star.

No es que sea un tipo acorde a los tiempos, porque no hay otro igual como él en el mundo, que llegué a la ONU y se tome un selfie, que use filtros de Tik Tok, que apueste al bitcoin con el dinero del país, sino que padece una compleja patología psicológica.

Pero, ¿qué estaremos pagando? ¡Ah, sí, ya recordé! Nuestra incultura, nuestra ignorancia, nuestra falta de aspiraciones elevadas y nobles, mucho más allá de ver a la Selección Nacional de Futbol clasificar a un Mundial o de ir a un concierto de Bad Bunny.

Las consecuencias de todo ese complejo sistema de interrelaciones de sus estructuras mentales da como fruto su alejamiento de la realidad. En el libro biográfico de Steve Jobs, escrito por Walter Isaacson, éste describía en el empresario un comportamiento muy similar al del Presidente, y dictaminaba que padecía del síndrome de distorsión de la realidad que lo hacía sumergirse en una burbuja en la cual se aislaba, perdía contacto con el entorno y desfiguraba su visión de los acontecimientos y, sobre todo, su responsabilidad en ellos. Yo diría que el síndrome el cual padece nuestro presidente es el de Peter Pan.

No me importa estar de acuerdo con aquellos que se halan las vestiduras porque el queso para las pupusas subió de precio, y las pupusas también. Eso es normal. Lo que me preocupa, en primer lugar, es que una especie de niño rey nos gobierne y se vaya a la alcantarilla todo el esfuerzo hecho por décadas para vivir en democracia.

Lo otro, que creo es lo más grave, que terminemos por ver como normal el genocidio que llevan a cabo los delincuentes, y que tampoco nos demos cuenta como salvadoreños que en nuestras entrañas se gestó el monstruo de las maras que ahora están dispersas por toda Centroamérica, en los EUA, y han llegado a Europa por España. No inventamos las pandillas, pero sí creamos a unas, y eso es malo. Nuestro mayor producto de exportación no es el café, sino una cultura de muerte.

Han aparecido fosas clandestinas donde monstruos antropomorfos han vaciado, cual si fuera basura, vidas humanas a las que previamente torturaron, violaron y posteriormente las sometieron a una muerte lenta, dolorosa, indefinible, mutilándolas mientras estaban vivos. Salvadoreños que sienten placer, delicia, gozo en hacerlo, y no hacemos nada, seguimos sin hacer nada como sociedad, y el Presidente juega a ser eternamente niño, surcando los cielos de Neverland con el polvo mágico de Tinkerbell, , creyendo que todo es perfecto mientras juega sus juegos de héroes y villano contra el capitán James Hook, en un ciclo que empieza en la mañana y termina en la noche y se repite, día a día, todos los días, mientras la zozobra nos invade; la angustia y la desesperanza de que dos años y medio están muy lejos para sacarlo del poder.

¿Qué estamos pagando como nación? ¿Será haberle puesto a esta tierra el nombre de El Salvador y haberlo defraudado? ¿Haber profanado uno de las advocaciones del Mesías? Nah, para nada, no es eso. Ha sido la ineptitud y corrupción de los políticos tradicionales, el analfabetismo cívico de los votantes, la falta de educación que desarrolle las capacidades de análisis y la ausencia de referéndum revocatorio.