Para la población salvadoreña que se desborda en apoyo al presidente Nayib Bukele, la insistencia de la oposición sobre la violación de los Derechos Humanos en el dilatadísimo régimen de excepción no le hace ni cosquillas. Me da la impresión (la cual cada vez es más certeza que duda) que la oposición está haciendo un trabajo terrible como tal, pusilánime por decirlo de una forma amable.

El Presidente se presenta como alguien con buenas intenciones para el país y la gente. Es la imagen materializada del cambio, del verdadero cambio, de una nueva forma de hacer política en todo sentido, hasta en su informalidad que va desde sus discursos espontáneos, sus vestimenta de adolescencia tardía, hasta sus decisiones unilaterales, inconsultas, pero que las vende de maravilla, porque, ¡hombre!, no cabe duda que es un genio descomunal para el manejo de la imagen, de hecho, el mundo entero está pendiente de él, como con ningún otro mandatario de un país tan pequeño e intrascendental en el concierto de naciones. Solo Rodrigo Duterte me parece que se le ha acercado en fama mundial por sus disparatadas ocurrencias, solo que Filipinas sí es una nación, la cual, más allá de la demagogia de su expresidente, ha crecido económicamente.

Volviendo al tema de la oposición, hay tantos temas de importancia vital en el país que me pone los nervios de punta que la oposición no insista en ellos.

Más allá de las luces y la parafernalia que le encantan a nuestro mandatario, hay que cruzar el umbral del espectáculo, dejando las luces cegadoras atrás y el ruido de las bocinas y preguntarse: ¿cómo le está yendo a El Salvador? ¿Qué hay de nuevo y de bueno en el país bajo el régimen bukelista?

Hay tres áreas básicas para el desarrollo de la nación: trabajo, salud, educación. Las tres íntimamente relacionas. ¿En qué han mejorado cada una?
Las naciones necesitan generar dinero, crear riquezas para el desarrollo sostenible, ¿cómo está la inversión doméstica y la extranjera? Si bien se han facilitado los trámites, ¿qué tan atractivo es el país para invertir?

A ello va aparejado el tema tributario: si la tributación no es una carga muy pesada para los emprendedores y los extranjeros, y en el otro lado de la misma moneda, ¿se está combatiendo la evasión y la elusión fiscal? ¿Cómo está la lucha contra el contrabando y si se ha ampliado la base tributaria?

Con toda esa riqueza que se genera y se recauda, ¿qué hace el Gobierno? ¿En qué la invierte? No solo se trata de suplir las necesidades de los gobernados, ni que generar empleo, sino también que se invierta en nuevas industrias sustentables y de ello surge: ¿qué industrias nuevas hay en el país? ¿Cómo vamos con el turismo y la maquila, industrias limpias, etc.? Una de esas industrias debe ser inexorablemente la de tecnología y ciencia, en la que se elaboren productos atractivos para el mundo. ¿Qué tenemos al respecto?

Las preguntas se tropiezan unas con otras y las conclusiones son desalentadoras. ¡Números, cifras, proyecciones!, de eso debe hablar la oposición para quitarle el velo a la población y demostrarles que nada ha cambiado. Los tanques de pensamiento y los estudiosos aportan información a cada rato, pero no encuentran eco en los partidos políticos no alineados.

Bueno, ni siquiera hemos mejorado en deporte, artes, cultura. Ni creo que lo haremos en este período presidencial ni en todos los que el señor se quiera reelegir, porque, a decir verdad, no le importa.
Recordémosle a la gente que el Presidente juró ser mejor que los anteriores gobiernos, pero en la realidad ha sido más de lo mismo e incluso peor. Le dio una patada a la CICIES. Puso magistrados, jueces y fiscales a su medida. Liberó a Ligia de Saca tras un evidente acuerdo con el exmandatario exconvicto, negoció con las pandillas, ha gastado millones a su antojo y abusa del nepotismo. Más de lo mismo.
Prometió universidades, hospitales, trenes y aeropuertos. ¿Ha cumplido? No. En fin, algo pasa en El Salvador, algo muy serio que nos está llevando al acantilado y no es el estado de excepción. ¡Reaccionen!