¿Por qué nunca fue la tierra de desarrollo y progreso que estaba llamada a ser? No tiene nada que ver la Conquista ni que fuimos el patio trasero de los Estados Unidos de América, nada de eso, somos nosotros.

En los 80 yo ya lo pensaba pero me daba pena y miedo decirlo, pero ahora en el 2022, a mis 53 años, tengo que gritarlo: somos seres humanos con discapacidad para el desarrollo en todo sentido, pero con una capacidad para engañarnos y creernos lo que no somos que debería ser un Guiness Record. La soberbia inversamente proporcional a los logros. Pareciera que tuviera algo que ver con el genoma latinoamericano.

No, no se engañen, nada de nosotros en Latinoamérica está en los primeros lugares en la lista de lo bueno en el mundo: matemáticas, neurociencia, física nuclear, ni siquiera en un deporte.

Hemos tenido dictaduras de izquierda y nada. La Cuba castrista no es modelo sino de algunas cuantas cosas, y solo para Centroamérica, porque, por ejemplo, en medicina, algo de lo que tanto se ufanan, países que no han tenido que destruir las libertades civiles y políticas son mucho mejores que la isla. Igual, en educación, otra de las áreas que los procubanos (sin vivir allí) se jactan. Cuba está lejísimos. De hecho, en esas famosas listas de las mejores universidades del mundo, no aparece ni Cuba, ni ningún otro país latinoamericano en los primeros 500, y después de ese límite, las primeras que asoman son la UNAM y la de Sao Paulo, no la de la Habana.

Podría seguir dando algunos ejemplos, pero me interesa (porque me aterra) señalar más que todo nuestra incapacidad para establecer sistemas democráticos y republicanos. Cada cierto tiempo aparece un mesías, un loco con sus locuras y hasta con las malsanas intenciones de permanecer en el poder; o de al menos poner al país patas arriba. Desde los 80 hemos tenido cualquier personaje que forma una galería tremebunda: Alberto Fujimori, Carlos Menem, Abdalah Bucaram, Evo Morales, Rafael Correa, Martinelli, Daniel Ortega, Álvaro Colom, Jimmy Morales, Jair Bolsonaro, André Manuel López Obrador, Hugo Chávez, y los que han comido calladitos, pero que cometieron actos espantosos de corrupción o sirvieron al crimen organizado como los presidentes del PRI en México o el Partido Colorado en Paraguay.

En mis dos países hay material para respaldar mi tesis.

En El Salvador tuvimos cuatro períodos de ARENA, que prometió convertirnos en un tigre del Pacífico al igual que los del sudeste asiático. Solo vimos como privatizaron las empresas, se las repartieron entre amigos, se crearon nuevos millonarios o se hicieron más ricos los que estaban, y la brecha entre pobres y ricos se hizo más grande que previo a la guerra, y en el país no hubo nuevas industrias, no se introdujeron más que maquilas de ropa, y desaparecieron las luchas obrero campesinas, la educación no mejoró, el sistema público de salud tampoco, nada en fin. Y ahora nos cayó la desgracia de un mesías que bota el dinero en apuestas locas.

En Honduras, períodos tras períodos presidenciales sin más novedades que actos y actores de corrupción nuevos, resultó que el porcentaje de pobres fue creciendo cada vez más hasta convertirse en el que tiene más pobreza de toda la América hispanoparlante, y además la chulada de convertirse en un narco Estado, no solo que recibía dinero de los narcos, sino que llevó a la presidencia a tres políticos señalados en Nueva York de recibir dinero del crimen organizado, y al último, a Juan Orlando Hernández Alvarado que ahora está en la sala de esperas del aeropuerto ya casi listo para ser extraditado, ser señalado de participar incluso en el envío de droga al país del norte. Es tan triste que ya ni duele.

En fin, en todos estos años China salió de la locura del comunismo, Corea del Sur se hizo una potencia mundial y Japón, después de dos bombas atómicas, en la punta de lanza de la robótica, mientras Latinoamérica sigue creyéndose la región del futuro.

¿Qué le pasó a Latinoamérica? La respuesta es sencilla: nada, no le pasó nada.