¡Qué tráfico! Es una de las frases que más se repite todos los días. Una frase que envuelve decepción, enojo y mucha frustración. Hay muchísimas personas que viven un calvario para llegar a tiempo a sus trabajos, a los estudios o al médico, tienen que salir de madrugada de su casa y volver hasta altas horas de la noche. Esto significa tener poco tiempo para descansar, poco tiempo para compartir con los seres queridos, poco tiempo para tener una vida, que vaya más allá del tráfico.

Por su puesto hasta esta realidad se vive de manera desigual. No es lo mismo el calvario de quienes llegan desde fuera de San Salvador o quienes no lo hacen en un automóvil cómodo con aire acondicionado. Eso sí, el costo del tráfico no es solo emocional sino también económico, ambiental y social. El desperdicio de recursos por el tráfico provoca un aumento de los costos en la producción de bienes y servicios, pero también en el aumento de los gastos de unos hogares que cada vez se ven más golpeados por la inflación.

Este es un problema que ha venido creciendo durante muchos años, pero para un gobierno que ostenta todo el poder lo retrata de pies a cabezas sin la capacidad de resolverlo. Porque un problema de este tipo únicamente se puede resolver a través de políticas públicas.

Las últimas apuestas han sido por la construcción de pasos a desnivel, los cuales pueden aliviar momentáneamente pero no resuelven el problema. Además, hay que decir que el tiempo que se han tomado la construcción de muchos de éstos incluso ha empeorado la situación.

Asimismo, se ha plateado como gran innovación los carriles reversibles. Algo que se esboza como la mega solución, pero que en realidad no es algo novedoso respecto a otros países centroamericanos, los cuales los han venido implementando desde hace muchos años atrás, evidenciando que pueden aliviar el tráfico en algún momento puntual, pero que el problema sigue persistiendo. Y qué decir de las ciclovías que el propio gobierno tuvo que retirar apenas unos días después, derrochando recursos públicos sin asumir siquiera las consecuencias de ello.

Uno de los grandes problemas es que el parque vehicular, incluyendo las motocicletas, ha crecido demasiado. Y sobre todo porque la solución al tráfico pasa necesariamente por un transporte público masivo: bien planificado, de calidad y seguro. Si hay una característica común de los países desarrollado es precisamente la calidad de su transporte público.

Acá en El Salvador desde hace muchos años, la mayor apuesta ha sido a través del otorgamiento de subsidios a los buses y microbuses. Una medida que además de ser mal focalizada, no ha provocado la modernización del transporte público ni tampoco ha logrado concretar que se transforme en un servicio de calidad. Por si fuera poco, se ha terminado subsidiando el uso de combustibles fósiles que van en detrimento de la protección ambiental.

A pesar de que este gobierno había criticado esa medida, la ha replicado, más allá de los retrasos en la entrega del subsidio producto más de la situación financiera del gobierno que por el hecho de que no se estuvieran cumpliendo los requisitos para el otorgamiento del subsidio.

Y por lo tanto parece que la frase de ¡qué tráfico!, seguirá siendo una constante. De hecho, quizá lo más preocupante es que ni siquiera se ha expresado públicamente un plan de movilidad sostenible que permita asegurar que se tiene una solución para este problema y que se están dado los pasos adecuados en una hoja de ruta.

No sería de extrañar que en el marco del proceso electoral vuelvan a aparecer esas grandes promesas como los trenes del pacifico y otras cosas más, que hasta la fecha como ha sucedido con otros temas, han sido pura demagogia. Ojalá que la población que sufre el tráfico exija a quienes ostentan el poder soluciones concretas. Porque los vídeos bien hechos y la propaganda no sirven para llegar más rápido a los destinos.