Dos meses antes que la pandemia pasara a ser parte de nuestra realidad, tuve la oportunidad de frecuentar El Paisnal, municipio que como otros a sus alrededores de la zona norte de San Salvador fueran testigos de cruentos enfrentamientos en aquellos años de guerra civil, con heridas que aún duelen donde no es fácil desaparecerlas por decreto: en la memoria.

En la calle polvosa sin pavimentar , al menos en aquellos días, de Aguilares hacia El Paisnal, todas las veces que pasaba no pude evitar recordar que ese había sido el escenario del asesinato del padre Rutilio Grande y sus dos acompañantes. Uno de los muchos asesinatos que robustecieron a una hidra con varias cabezas, la cuál terminaría repitiendo mismas acciones en diferentes puntos del país durante los años venideros.

Ante el valor y entereza de estas personas que decidieron tomar conciencia de la realidad social y aún más que hicieron sentir su voz, solamente podemos mostrar nuestro respeto. Un respeto que va más allá de un reconocimiento sectorizado, puesto que al pronunciarse en favor de los derechos humanos, es un pronunciamiento en favor de todos, no solo quienes profesen de igual manera la fe.

En la universalidad de los derechos humanos reside la conciencia y eso es el garante de su aplicabilidad.

Así mismo, existieron otras personas no menos valientes que las recientemente beatificadas; que de igual manera pagaron con su vida la osadía de reconocer la injusticia y señalarla.

Muchos de los que nunca fueron encontrados y continúan desaparecidos, que posiblemente se confundieron entre las rocas volcánicas de El Playón, que no emergieron sus cuerpos maniatados del río Lempa o talvez una cárcel clandestina aún conserva sus huesos. Por todos esos hombres y mujeres que ahora son piezas de un rompecabezas que no puede acabarse porque hace falta colocarlos en la base de la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición, vaya nuestro respeto que a su vez es para nosotros mismos al momento de reconocer la historia, no negándola.

Es nuestra memoria histórica que siempre resurgirá como un recordatorio que toda sociedad debe y tiene derecho a vivir en libertad de expresión.