Según yo, estábamos vacunados. Y no me refiero al coronavirus ni a ninguna otra enfermedad virulenta, sino a la endémica forma de hacer política en El Salvador, tan poco transparente y populista, que ha sido tan así desde siempre que yo pensé que habíamos logrado un anticuerpo o por lo menos resistencia, pero veo que aún no logramos que todo ciudadano pueda percibir su presencia y posible contagio, o que se entere de lo grave que pega esta maliciosa estrategia cuando los populistas comienzan a manipular las condiciones para comprar adeptos y fidelizar partidarios.

Mi gran sorpresa es que mucha gente cree que debemos “agradecer” al gobierno porque ha entregado a la fecha $450 millones en efectivo y ahora entregará una canasta de víveres a 2,7 millones de familias; Algunos incluso creen que esto es lo mejor que ha sucedido y que debemos estar agradecidos ya que eso sí es “gobernar para el pueblo”; Esos son los discursos de la gente ya contaminada con el populismo, que no percibe que el gobierno como único responsable de la toma de decisiones en la pandemia y del cierre general de la productividad no está donando nada, sino compensando a la población por la pérdida de ingresos, empleos y daño a la economía que trae su decisión de cierre total durante más de 60 días, por tanto es su obligación compensar a los ciudadanos con alimentos para que los más vulnerables puedan resistir la situación, y no es un regalo, es alimento y subsidio pagado con nuestros impuestos, pagados por toda la población vía presupuesto general o deuda que también pagaremos a futuro los mismos ciudadanos, de tal forma que el populismo disfraza lo tuyo para entregártelo como un regalo.

El manual de los gobiernos populistas genera esa dependencia, necesita crearla, para convertirse en única solución, si el pueblo no tiene hambre no necesitaría de nadie, pero si el gobierno le genera el hambre y luego le da el pan, comienza la manipulación y la ilusión de gobiernos solidarios con la gente que el mismo mantiene con hambre y la gente olvida que el dinero con el que se paga el pan es de ellos mismos, quedando atrapados en la telaraña populista que más adelante reclama exclusividad y permanencia en el tiempo para que se pueda sostener en el tiempo tan “generosa” forma de bienestar.

Esto no es nuevo, lo han hecho todos los partidos y gobiernos en los últimos 50 años , unos con láminas, otros con el agua potable, otros con el combustible y así cada uno ha ido creyendo darle a la gente un bocado nuevo para el hambre creada en su misma incapacidad de gobernar, todos apuestan a crear dependientes porque si todos fuéramos autosuficientes eso los dejaría fuera para siempre y ellos no quieren eso, sino al contrario quieren quedarse para siempre y en el trayecto de ser posible sacar su tajada, porque ningún populista vive como pobre, al contrario muestran su excelsa vida de lujos y extravagancias para generar la dependencia al “único” que teniendo todo “reparte” para los millones de miserables y hay que adularlos muchos para estar primeros en la fila del reparto y ganar uno que otro privilegio, otros defenderán con “la vida” al régimen para ser menos miserables que el resto, justo como los nazis construían los niveles jerárquicos en los guetos judíos donde por hambre un judío podía atacar a otro o incluso denunciarlo, sacando “provecho” a su buena relación con su represor, hasta que no le llegaba a él también el tiempo de ser pasado por las cámaras de gas.

La pandemia pasará y más temprano que tarde volveremos a la construcción de la normalidad, incluso más temprano que tarde tendremos vacunas y medicinas para contrarrestarla por completo, pero contra el populismo no hay vacuna ni medicina inmediata, excepto la educación y la creación de gobiernos que definan como ruta la autosuficiencia del ciudadano y su pleno desarrollo, en libertad, en justicia y derecho, por ello al menos comencemos a reconocer el populismo porque esta plaga también mata.